El Clan de las Tormentas: 2008

domingo, 7 de septiembre de 2008

Los excesos de la mente

Hace un año que comencé el Proyecto del Clan. He conseguido más adeptos que nunca, pero eso no oculta mi sensación de fracaso. Muchos dicen al hablar por ejemplo de los alumnos de instituto "bueeeeno, si sale uno que no acabe poniendo ladrillos (jajajaj, jodeos cabrones, la crisis inmobiliaria se nota, ¿verdad?) y acabe estudiando aunque sea una FP pues ya es uno que se ha rescatado". Y una mierda. Damos clase no para rescatar a nadie, que los rescate Mitch Buchanan (David Hasserholff-me-bautizó-un-perro en Los vigilantes de la playa para los despistados). Se supone que damos clase para que todos esos energúmenos tengan interés en aprender esa pseudo-historia inventada por los de arriba y los cuatro cientos mil fanáticos del sistema que los siguen. Sin embargo, dado el fracaso en ese vano intento, es mejor juntar hombro con hombro y decir, "bueeeno, si sale uno que...".

Tal vez mis objetivos eran demasiado ambiciosos. Tal vez tuve demasiada fe en mi capacidad para remover algunas conciencias. La mayoría siguen con sus vidas anteriores, haciendo lo mismo de siempre. La gente no cambia. Sólo las circunstancias. Que entonces teníamos los bolsillos llenos, pues mira que bien. Que ahora estamos jodidos, pues igual de bien. Total, podemos seguir opinando sobre el aire, sobre los bordillos de las aceras, sobre la dirección de tal o cual ronda de circunvalación, sobre lo que nos han dicho que constituye lo que nos rodea. La camiseta que llevas puesta, el edificio en el que vives y el hecho de que puedas comunicarte o no con esa gente que dices que te rodea depende de muchas cosas. Depende, por ejemplo, de que no me hagas caso y sigas preocupándote sólo de aquello que uno cree que es "lo cercano". Si mañana un par de tribus se rebelan en el centro de África el coltán se pone por las nubes y lo mismo sube el precio de los móviles, los mp3, etc. Entonces puede que no puedas permitirte un móvil igual que otros no han podido permitirse un coche. Pero tranquilo, hay suficientes tropas de la ONU/OTAN allí para garantizar que todos tendremos con qué comunicarnos. Igual que Rusia e Israel han hecho con el petróleo del Caucaso.

Es lo normal en un mundo de guerreros. Los chamanes siguen lamentándose, escribiendo blogs, cartas al director, comprando en sitios de comercio justo y reciclando. Eso sin duda ayuda que te rilas. Como ir un mes, o dos, a Nicaragua a ver como viven los pobrecitos indígenas. Son los excesos de mi mente. Una pequeña anarquía incompleta que jamás llegará. Una Rebelión y una Revolución siempre pendientes desde lo alto de la cama como decía una canción de Noel Gallagher. Nada ha cambiado en el fondo. El sol sigue asomándose por el mismo sitio. La estructura del mundo, de mi Círculo Interior, sigue en idénticas proporciones y composiciones. Sólo voy dándome cuenta de que después de conocerme, después de aceptarme, no he podido superarme. Estancado en la aceptación sin posibilidad de ir más allá.

 

lunes, 25 de agosto de 2008

Tres pequeños pájaros

Un extraño ángel asciende entre las cenizas

resucitando las cosas (como si algún tiempo

atrás hubieran estado muertas)]

a pesar de pertenecer a los nuevos días y carecer de rostro

a pesar de los zarpazos dados al aire como al mar

después de haber mirado atrás y haberlo convertido todo en sal

sin fieras a las que apaciguar, sin aire, sin luz, casi sin sangre

tras el sacrificio ególatra]

(yo mismo a mí mismo)

y en cambio emerge esta sombra plagada de reflejos

perdidos e imágenes descosidas

detrás de todos los espejos, sin pedir ya más batalla

que la de seguir recordando

al héroe olvidado que, tras su tumba,

sigue luchando.

 

jueves, 7 de agosto de 2008

El Bueno, El Malo y la Reina

Me gustaría pensar que me he pasado toda la vida esperándote. Porque eso habría significado que te he visto alguna vez. Ya no sé si eres la que se quedó donde murieron mis sueños de infancia, o la que se llevó mis mejores años de adolescencia en la boca del cañón de esa pistola que ahora, de vez en cuando, empuñas sin ánimo de ofender. Tampoco sé si eres la lejana pastora que supo llevarme algún tiempo por el buen camino de eso tan efímero que parece felicidad pero no es. O más bien si eras la que colmada de laureles no mereció tales victorias ni darme tan cruel derrota. Seguro tampoco eras la pérfida Atlantia en cuyos ojos me ahogué sin remedio. Me gustaría pensar que llevo tanto tiempo esperándote que no me he rendido nunca, que no he dejado de buscarte. Me gustaría sentir que toda esta vida que se me agota ahora ha servido para algo. Que las canciones y los versos que jamás escribí no quedaron olvidados por la vaguedad de mis emociones, por el olvido al que someto mis días. Sin recuerdo no hay heridas. Sin heridas no hay pasado. Sin pasado, nada soy, "no love,my love". Me dejé mis entrañas a unos pocos pasos de casa, luego a unos kilómetros, más tarde a un centenar de ellos y finalmente tan lejos que nadie podía encontrarte, ni a ti, ni a mi, sólo fantasmas que, como sombras, recorrían las calles de Roma, de París, del Reino de la Muerte, dormidos en el estuario y las playas del Leteo, donde la mentira corrompe las ilusiones.

Lo cierto es que a veces, como ahora, tengo la sensación de no haberte visto jamás. Y eso destruye mis ansias, mis ganas, mi cada vez más perdida lujuria reducida a un cúmulo de vagas impresiones del pasado. Estas palabras, jamás contestadas, jamás conocidas por ti, porque aún no te he conocido, quedarán en un reducto ceriúnico y virtual que nadie sentirá como propio. Después de todo nací del deseo y deseo es lo que es efímero. Un imprevisto, un vagón de cola en el que se acumulan papeles olvidados, tintas oxidadas, paquetes de sangre de cadáveres que nadie recoge ni reclama. Mi mente y mi alma se cansan de buscar sin saber, de no encontrar sin haber rastreado en cada rincón de esta oscuridad. Sin rumbo, ningún viento es favorable. Sin saber donde mirar, cualquier paisaje vale.

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domingo, 22 de junio de 2008

Yesterday (all my troubles were so far away)

Sólo soy un chamán. No pido nada más que respeto. A mi forma de ser. A mi carácter. A mi tendencia al caos, a la anarquía, al desastre, al horror... el horror, el horror... Hago daño, muero matando, busco sin cesar algo que calme mi agitado espíritu, derrotado ante los vaivenes insondables de un tiempo y un espacio perdidos para siempre en la negrura de esta noche en la que estoy. No se puede ser feliz sin haber conocido la noche. En la noche todos somos como largos pañuelos de adiós. Perdición, ciclo de reluctancia interior. Vuelvo a mis orígenes. Vuelvo a evocar lo que tenía que ser mi propio futuro, recordado en el mismo color, el mismo rizo, el mismo bucle eterno, melancólico, una tormenta invisible que nunca cesa. Pero ruge. Se siente. Está dentro. Mil tempestades interiores que no dejan de quemarme dentro. Muy dentro. Vuelvo a ser títere de mi propio Destino. Nunca estaré en calma. No sale el sol donde éste murió. Todo es, pasado y un recuerdo de un largo adiós, que nunca se acaba.

lunes, 16 de junio de 2008

De camino a la tempestad

Escribo estas palabras desde el Aula X de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla. Aquí fue donde comenzó todo.

Hace ocho años entré por primera vez en esta clase, que guarda el mismo olor a madera vieja, con esas marcas hechas utilizando el bolígrafo cual navaja albaceteña mostrando una cronología anterior a la existencia misma de la propia navaja, el profesor y quien esto escribe. Para quien no haya estado aquí nunca, sólo le diré que es el aula habitual con bancas de madera en pendiente, estrecha, mal ventilada, mal iluminada y con más mierda que los bajos de un Land-Rover. Pero aquí murió el imberbe muchacho de pelo corto con camisas y camisetas insulsas de tonos crema y algunos grises que levitaba a veces por encima del suelo. Aquí comencé a crecer, a abandonar definitivamente la tardoadolescencia de vagas y vanas ilusiones. Aquí comencé a creer en mí mismo, en mis posibilidades, comencé a creer. Cree en ti, crece y hazte libre. Ningún cambio es fácil y el proceso tuvo sus altibajos durante un año más. Sin embargo, aquí mis pies tocaron el suelo y eso me permitió caminar. Aquí cambió, otra vez, mi Destino porque antes de entrar en este aula yo no iba a ser investigador, yo no quería ser profesor ni de universidad ni de instituto ni de ningún sitio.

Hoy han pasado ocho años. Con muchas cosas, muchas gentes, muchas sonrisas de personas muy diferentes. No me arrepiento de ningún compañero (miembros y miembras como diría alguna imbécil con mejor sueldo que todos nosotros juntos) en estos años. Todos me han aportado algo y con todos ellos he crecido. Con el tiempo he ido conociendo gente cada vez más grande. Todos vosotros, los de ayer, los de hoy y los de mañana, os merecéis estas palabras, este hueco, este espacio. Vosotros, hombres y mujeres, compañeros todos, hermanos en esta batalla que vamos a librar, sois los mejores. Algunos tenéis valor, otros confianza, fe, autoestima, carisma, seguridad, necesidad o simplemente sabéis a lo que os enfrentáis. Cada uno de vosotros tiene dentro de sí un poco de la llama de nuestro líder, que durante todo este tiempo nos ha enseñado a luchar con las mejores armas. Nuestro enemigo es fuerte, pero nosotros somos más y mejores.

Hoy miro estos ocho años y me siento orgulloso del camino recorrido. Los errores son parte de nuestro pasado y actúan como correcciones para mejorar nuestro presente. Prepararos para la batalla que vamos a librar desde el día 22 con el corazón lleno de fuerza: vamos a ganar. Da igual que lo hayáis hecho como austeros espartanos, como especuladores atenienses o como lujuriosos persas, esta vez ganaremos. Todos. Juntos. No guardo rencor a nadie de estos ocho años, y esa tranquilidad en mi espíritu me hace sentirme bien porque sé que me he rodeado siempre de los mejores. Seguís siendo los mejores. Sed conscientes de que no todos ganaremos esta batalla. Algunos moriremos en el camino, tal vez tengamos que luchar otro día. Pero el camino ya esta hecho: este es el camino.

Si os veis desfallecer, si por un momento vuestro cerebro se agota, acude a vosotros la rendición y queréis dejarlo todo en ese instante, pensad por un momento en la grandeza de vuestros actos. Sentid la fuerza de los guerreros, sentid la mirada poderosa de los chamanes. No habéis llegado hasta aquí porque os hayan regalado nada. A nadie le han regalado el título de la licenciatura, a nadie de los 100 de este grupo que hemos sido les han regalado su esfuerzo en la programación, en la unidades didácticas. Cada gota de vuestro sudor, de vuestra sangre, de vuestras lágrimas, está ahí, en cada página. Luchad por ese esfuerzo. Luchad porque sabéis que os merecéis más que nadie aprobar. Luchad siempre porque cada cosa que hacemos en esta vida, tiene su eco en la eternidad.

Compañeros. Ha llegado nuestro momento. Suerte a todos.

 

lunes, 9 de junio de 2008

Starry night. Cenizas.

He gastado los días más hermosos de mi vida persiguiendo fantasmas que nunca han pertenecido a ningún cuerpo. He lastrado mi Destino a sombras que no conocen la luz; he combatido en guerras que dejan heridas cuyo enigma sangra como una eterna condena. Y todo para conseguir, ¿qué? ¿acaso he llegado más alto? ¿acaso soy mejor persona? ¿no he dejado como Dorian Gray que mi retrato deje ver todos mis desmanes, mis pecados, mis horrores? La gente o me odia o me sigue hasta la muerte. He decepcionado a tanta gente como la que he dado ilusión. No suelo dejar indiferente. He besado a mujeres bellas como el nacimiento de un hijo, he bebido y reído con amigos y no tan amigos que juraban su sangre por mí. Me he sentido grande caminando sobre hombros de gigantes y he sido gigante para llevar a los demás. Yo fui un himno solemne y grande que en mitad de esta tormenta invisible, solitaria y desgastada retumbaba con la fuerza de un océano en lucha.

Pero ahora mis manos y mis piernas son cada vez más como el acero sobre el agua, como pesadas cargas que me cuesta mover. Me miro en el espejo y me cuesta reconocerme. No soy lo que quisiera ni debiera haber sido. Odio esta tensión creativa. Odio el Clan, odio la oscuridad, la serotonina que se me escapa, el recuerdo alojado como un clavo hiriente en mitad del hipocampo. Allí está el recuerdo blanco en mitad de la noche en que estoy. Nunca desde hace tanto he dejado de perseguir, cuando de cuerpo en cuerpo salta. Miro mis actos, y son los de un vagabundo desalmado que ebrio reconoce las sucias y malolientes calles desiertas en una ciudad de casas vacías. Como un perro viejo al que ni las pulgas envidian el saco. Fuera cual fuera mi elección, siempre ha sido la incorrecta. He sido infiel tantas veces, he hecho tanto daño, he olvidado a tanta gente a la que marqué como hierro que entra ardiente en las entrañas, que es difícil pensar que alguna vez pude sentir algo.

Me consume mi propia ansia volcánica. Blow-the-line, morir de ausencia propia. He alejado de mí lo que yo era para mirar un amanecer que siempre ha estado delante de mí. Creé un monstruo y cuando hubo arrasado con su mundo y el mío lo arrojé a su propia hoguera para que muriera consumido. Pero sin él soy como un dios sin sus criaturas. A veces me miro los brazos, busco si hay venas, arterias, a veces incluso me hiero para confirmar que tengo sangre. He fracaso. Mi propio proyecto para vivir ha sido derrotado. He levantado tantos muros para encerrarme en mi propio laberinto y que nadie me encontrara que ya he olvidado la salida. Con las lágrimas de la noche creí encontrar la esperanza y  la fuerza, con las pastora el futuro y con la princesa creí que aprendería a vivir en la noche. Sin embargo, ellas no han sido nada, solamente ejemplificaban lo que soy. Mis queridos errores.

¿Quién merece soñar si sólo crea pesadillas? ¿quién puede ofrecer el futuro si ha quemado su presente? ¿quién puede pretender volver a cerrar los ojos cuando ha visto lo que yo he visto? Volveré a mi cueva, oh sí, volveré como chamán que soy al interior de la caverna. Pero esta vez no entraré a pintar bisontes, no; esta vez dinamitaré la entrada y mientras el oxígeno se agota, reiré. Como se ríe por última vez.

miércoles, 28 de mayo de 2008

En algún lugar

Flota tu recuerdo en el aire

como luz para la noche oscura]

en que estoy,

como manos blancas que dicen

adiós]

se alejan las nubes en el cielo

      no hay amor, mi amor

que pueda parecerse a la herida

de tu ausencia, de tu lejano

               sonido]

del tacto de los dedos en el espejo

sin reflejo de tu espalda

lago donde se sumergían mis ojos robados

                   por el Mercurio]

de tus labios, de tus abrazos,

camino ahora vagabundo

   como un perro viejo con aliento

de pasado, por las calles

en las que de cuando en cuando

trepaban juntos nuestros cuerpos;

de donde no queda más que

        vacío]

porque se han silenciado tus risas

mientras permanecía en manos de los dioses a pesar

           de saber que la guerra estaba en tus labios]

porque se han marchado los días, ya lejos

ya olvidados.

domingo, 25 de mayo de 2008

La tempestad invisible

La cultura está hecha para reprimir los instintos. Y la naturaleza, ¿por eso a mayor nivel cultural los hijos llegan más tarde? Difícil ecuación. Puede ser, y ahora ponte a generalizar. Sí señor, los pecados que vamos cometiendo. El pecado o la forma de obligarte a reprimir con la cultura los instintos. El otro día un alumna, inteligente, vivaz, un poco marisabidilla según sus propias palabras, me dio una bofetada de ingenuidad terrible. Pregunto en clase " en La Meca hacía falta una redistribución y aumento de la riqueza base, ¿cómo creéis que lo consiguieron?" Y va la pobre y me responde, "pues pidiéndolo". Claro, te imaginas a los educados y aseados gobernantes caravaneros de La Meca mandando a ese Omar Sharif con David Hasserholf a pedir cual rumanos en plan "señoooooooooor, deme algo señoooooor".

Por si quedan más ingenuos en este mundo, lo que hicieron los mecanos (habitantes de La Meca y no el infame grupo ochentero tomado como metonimia de toda mi generación como si no hubieran existido Locomía o Los Toreros Muertos) fue salir con espadas en ristre a ciscarse los cuellos de los de al lado.

A veces dando clase me siento un poco como Morfeo en Matrix, con ese pobrecillo de Neo tan friqui como el convite de boda de Jesús Quintero, con esa pedazo de tele, viviendo soltero, yuhuuu, ni una sola palabra, ni tal ni cual, y ahora lo meten en 3 metros cuadrados con gente que no conoce de nada, viviendo un aire irrespirable y comiendo mierda… ¡otia! ¡pero si parece un departamento de la universidad de Sevilla!

"Bienvenido al desierto de lo real" le dice el maromo. Con dos cojones. Pues viva el oasis de las ilusiones. La realidad es una, grande y libre como me dijo otra alumna senatorial y con bigote made-in-Expaña. Su lo dices con esa carita de abuela-te-voy-a-dar-un-Werther's Original pues yo la creo.

Pero también con tanta cultura y tanta mierda uno puede caer en pecados. Soberbia, que de eso hay muchos; gula, esos helados del Rayas como pesan, vaya con la operación bikini y las dietas del melón, el aguacate, la cebolla, el repollo o el vasito de agua con toque de limón a tomar viento; ira, sufrida entre otros por el ordenado (Dies Manibus Sacrum) y los mandos de la ps2. Del resto la verdad es que ni me acuerdo.

Ni falta que hace, los caballeros no tenemos memoria. Y menos los del Zodiaco.

viernes, 18 de abril de 2008

Eternamente azul

Ayer vi un azul que se enredaba entre las nubes mientras volvía a casa en bicicleta. Era un azul eléctrico, místico, olía a mar, podía tocarse y detrás de él estaban todas las cosas. Era un azul eterno que me recordó, me trajo, me dijo puntadas en la mente que dolían como descargas de clavos sobre la piel. Llevo tiempo sin hablar, porque también es cierto que no sé qué decir. Ayer, durante un breve momento, el azul eterno me hizo vibrar, sentir por una milésima de segundo la necesidad de volver a la cueva. Últimamente no hago más que salir de caza y vivir como puta del sistema. He vuelto a darle al cloroformo, a dejar que todo se anestesie. El azul no se va, se queda en mi cabeza, con las risas, con las lágrimas también claro, con todo, con lo que era una verdad muerta que siempre acaba centelleando como recién nacida. Un año duro, un annus horribilis para el chamanismo en general. Nadie dijo que las revoluciones fueran fáciles.

Siempre pensé que mi cerebro era como una casa en penumbras. A veces podía alumbrar cosas sueltas, muebles más o menos viejos, pero podía reconocer casi todas las cosas porque todo era parte de lo mismo. Las mismas caras, las mismas gentes, las mismas excusas. La luz que algunos traían siempre era ridícula, tenue, generalmente un foco muy brillante en un punto que apenas servía para darle forma a las ideas, a los recuerdos. No existía el azul eterno, mítico, tangible, que diera a todo un aspecto vital y humano. Siempre, entre iluminaciones en la sombra de pequeñas luminarias como antorchas pintaba bisontes en esta cueva cada vez más olvidada. Nunca dejé de apreciar, sin embargo, mi escasa memoria emocional. Mejor así.

Pero el azul eterno me trajo milésimas de segundo de una percepción que perdura más allá del simple eco. Una música en forma de voz cuya melodía casi de miserere podía elevarse sobre el asfalto, sobre los coches que pasaban, el semáforo aún en rojo, los peatones impacientes jugándose el pellejo. Mientras el viento me daba el cara y pasaban a toda velocidad aquellos monstruos de metal y gasolina junto a mí el azul iba entrando dentro, destrozando la casa en penumbras como un fuego frío, fatuo. Abrí los brazos, pretendí volar para desde el cielo poderte encontrar otra vez en este imposible que se escapa entre mis dedos.

viernes, 21 de marzo de 2008

La tormenta solitaria


A veces me acuerdo de ti,
como un rumor,
como una exhalación;
el murmullo que hace mecerse
al viento]
el adiós que nunca se atreven
a pronunciar ni mis labios]
ni el océano, niña pálida y hostil,
que separa nuestros brazos,
a veces gracias a ese mar
recuerdo que mis dedos fueron
como tus ramas, y que tus cabellos
como mis ánimas, y que todo ello
no duró más que un espacio,
no fue más que un silencio,
un mediodía fugaz
entre tus ojos azules como el viento

a veces me acuerdo de ti mi desleal
antiamante]
del doble rasero de tu espalda
y del grito que salía de la prisión
de tu almendra esclava,
como palabras no pronunciadas,
como la prohibición entonces
de decir que te amaba];
aunque de ti no tuviera más que
la peregrinación del miedo
aunque no hayas dejado de mí
más que el olvido del tiempo

porque al final todo pasa bajo las luces
apagadas del sol, tras las lámparas
ciegas de la ciudad,
pero nuestro amor no llegó
ni a pasar ni suceder
arrebatado como el águila
que a Ganímedes se llevó casi al nacer.



miércoles, 27 de febrero de 2008

No love, my love...

¿Sabes? el otro día te eché de menos. Te eché mucho de menos. Tu piel blanquecina, tus ojos tan azules como la electricidad bajo el mar, el aroma nº 212 de tu cuerpo tutto tremante bajo mis brazos. A veces pienso que si te hubiera abierto en canal sería menos desdichado que ahora. Hay demasiadas cosas que me recuerdan a ti. Lástima, ahora sólo eres un recuerdo que sobreviene un poco de vez en cuando. Eres como esos días en los que no sabes si lloverá o hará sol. Una lágrima escondida, un poema escrito sin ilusión, una especie en peligro de extinción que ya nadie conoce. Te habría amado como quiere el cuerpo a la sangre, como desean las aves la primavera, habría hecho contigo, lo que la primavera con los cerezos. En lugar de eso, nos marchitaremos y nos pudriremos. Seremos un eterno adiós, que nunca se acaba.

viernes, 25 de enero de 2008

Nothing important happened today (III)

A veces las cosas empiezan con un final. En mi caso casi siempre es así. Es como esas películas donde la primera escena es un accidente de tráfico, un atraco o la destrucción de la realidad del protagonista, cuando no del protagonista mismo. Ciertamente parece una constante. Una negativa es a veces el punto de partida para buscar algo más positivo. O simplemente la confirmación de que a veces no puede ser  lo contrario es imposible. Qué cosas. La ecuación ha sido balanceada. Fuera. Las sobras es mejor perderlas de vista, si no siempre acaban viniendo perros callejeros a husmear. Jugador expulsado del campo por méritos propios. Mejor así. Ah claro, luego está todo eso de los recuerdos y tal. Es igual. Es mejor darse así, de hostias con la realidad. Todo se olvida. Salvo que amanece y anochece. Así que igual que no mirar el sol no evita que amanezca, tampoco apartar la mirada de la luna nos quita la noche.´

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En el autobús hace calor, como siempre en invierno. La radio cuenta algo, lo que no le importa a nadie. Noche tras noche somos los mismos cuervos. Se habla de lo mismo. Saludo al estilo de mi barrio. Luego toca fútbol.

-Lo mejor que le puede pasar el Betis es que baja a segunda. -Pues no juega mal, ¿sabés tú compadre? el gol fue cosa, de vamos, un despiste de la defensa.

Luego tocan las anécdotas domésticas.

-Pues me han dado un pastor belga, ¿Tú sabes? -Eso es un bicho grande. -Enorme. No veas como come. -No menos que mi mujer, ¡joía!

Luego toca trabajo, el que tenga.

-Tanto trabajar te va a hacer falta coca, como al de la radio. -Se  ha quitado, dice -interviene el chófer.-Así estará.

 

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Marla era un bolso rojo de tela, no muy grande pero tampoco excesivamente pequeño. Hace juego con su tanga de encaje, ambos ligados a las líneas que los completan por las caderas que, como a Andrómeda, separan lo real de lo deseado. Siente un leve escalofrío bajo su jersey como la noche bajo el cual lleva otro más fino a juego con su tanga y su bolso, y en parte también con la selva casi rojiza sobre su cabeza, salvaje, que hace a su vez juego con el rubor de sus mejillas. La mochila también es roja, como mi deseo hacia ella, rojo, rojo, rojo por todas partes. Tiene cejas largas, delgadas, como una línea que separa el profundo abismo de sus ojos del color de su jersey. Todo en Marla es bícromo. Es rojo o es negro. Es sí o es no. No hay gradaciones. No hay medias tintas. Dice esto. Dice lo otro. Sin ambigüedades. Sus zapatos son rojos y agita su color haciendo círculos con la punta del pie en el aire. El interior de su bolso es negro, no como su sonrisa que es blanca y abierta. Usa vaqueros. Puede verse el tanga por encima de la línea del pantalón porque Marla, es otra Marla.

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Los tres tertulianos del autobús se miran y sonríen. Uno de ellos es camarero, profesión sevillana donde las haya. Lleva ojos medio abiertos, cansados. Un tipo negro vestido de sábado noche se acerca y le pregunta a uno de los contertulios

-Oiga, ¿era esta la parada que me dijo? -No miarma, ¿ves la siguiente? Pues esa ya no, te conviene bajarte e irte andando. -No, no, no -interviene una señora-mejor aquí y todo recto. -Que no, ¿qué dices? Mejor te bajas, te vuelves, todo recto, sales a los polígonos industriales esos, luego a la derecha y no tiene pérdida.

Se perdió.

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-¿Te acuerdas de cuando conociste a Marla?

Armando me pregunta detrás de sus gafas de sol, su ridícula perilla, sus pantalones vaqueros comprados en cualquier parte que no sea esta ciudad de mierda. Claro que me acuerdo, me fijé tres veces en ella. La primera vino a devolverme unos apuntes que me había pedido una amiga suya. Fue la primera vez que la conocí. Llevaba el pelo del color de un gato de mala suerte y largo, muy largo. Unas cuantas pecas y una ropa discreta. Armando deja el vaso de martini con seven-up encima de una mesa con algunos tatuajes de suciedad hecha por otros tantos vasos de otras tantas personas contando sus miserias. Huele a tabaco. Él no fuma. Yo sí, y eso le molesta. Gilipollas.

-¿Y la segunda vez? ¿aún recuerdas la segunda vez?

La segunda vez que conocí a Marla estaba lejos, no físicamente, de mí. Bonito traje verde de noche. Pelo como miel de azahar, morena, ojos medio abiertos. Sonreía, hablaba, bailaba, conmigo además. La segunda vez que la conocí no me besó. La besé yo a ella. Los historiadores sitúan en ese mismo momento el envenenamiento al que fui sometido. Era toda una fatalidad. Marla era mi tumor particular con nombre y apellidos.

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La cocina. Marla me ha cogido en la cocina, cenando. Es la tecera vez que la conozco. Hicimos chistes fáciles de esos de romper el hielo entre personas que no se conocen. Ella entró abriendo con fuerza la puerta, ojos como el Atlántico, piel y gestos como el Ártico. Ingenua, sorprendida, reía. Yo también. Marla esta vez se había disfrazado de otra cosa. Pero era Marla.

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Armando me pregunta por teléfono por qué no he ido a su casa según me dijo. Te den por culo. No sé qué decirle. Silencio.

-¿Te ha pasado algo?

No, nada importante sucedió hoy.

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