A veces el pasado es de verdad, y otras de mentiras
se lanza hacia los escudos fraguados en el cementerio
de las palabras decisivas]
(exquisitamente desvariadas, magníficamente escondidas
horror, deseo, traición]
Maquiavelo en el efecto de rogar el misterio)
de estar desbrozando dedos. No, es todo más sencillo que eso,
es sólo el suelo que pisas barnizado en whisky, es quinientos minutos
con las entrañas en el subsuelo de los recuerdos
los caminos perdidos entre tus uñas y mis dedos, el clavo sobrante
el esperma dominante, el sueño herido y la lágrima exiliada
en el lavabo donde mueren los días que habíamos de entregar
en sacrificio. No hay descanso, ni treguas ni consuelo
porque la vida es guerra y es ser matado
en un lugar donde los adioses sean las pistolas del duelo
mientras no dejamos de hablarnos para no tener que oírnos
(aquellos campos de paz en el pasado, dorados, llenos
de espigas]
en los que íbamos a hacer lo que hacen las horas con el tiempo)
el mundo no es así, me oí decir; quise ignorarme. Pero la verdad ya empuja
como un aullido interminable,
la soledad es la respuesta a las apuestas de riesgo. Túneles de espinas
dorsales entre nosotros que recorren la vaga desidia
de los encuentros; mirando el rencor de fugarnos de nuestras manos
porque hubiera querido que en tu vientre mi alma se solidificara
y permanecer así preso como el hijo que vuelve a la madre
o como todos los qué más da que pronunciaron
los suspiros sacrificados, también, en el viento. De lo que pudo ser
y se quedó en la confirmación cíclica de que todo es hueso
y carne y se pasa la vida hacia lo lejos
para partir en los inmensos navíos que nos separan en las orillas del tiempo
creyendo que el pensamiento lo es todo y nos mata que no sea nada;
para descubrir que no habrá derrota en la que no piense
que cualquier victoria, ya estaba envenenada.