¿Dónde está tu luz? ¿dónde quedó viejo amigo,
destrozado por tus propios dedos aquella mirada
que nunca se perdía y que la noche hundía
y al mismo sol levantaba?
Dónde quedaron aquellos campos verdes de tus ojos
en los que tantas se perdieron y tú encontraste consuelo
para olvidar que la miseria también recorría tu cuerpo.
En dónde, te pregunto, te ahogaste, que no te encontré
te hube perdido mucho antes de que hubieras partido
y maldigo, por ello, cada instante que no supe decirte
que vinieras al tejado, para que me contarás lo que quisieras
todo lo que fueron sueños en los que poder mentirte
en los que poder vivir aunque fueran nada, polvo, aire
(al menos mejor que esta realidad
que nos aprisiona, a ti, a mí, a todos)
¿Dónde está tu luz, que en otro tiempo nos alumbraba
a los demás? Por qué dejamos que te fueras hacia el abismo
insondable, en esta ansiedad misma de estar siendo
una y otra vez el horror de sentir que es uno mismo
la principal arma que abre la herida
(y sangra, sangra sin parar,
no puedo ya, con este sufrimiento tuyo, mío)
y a mí mismo me hace sentir el miedo de perderte
entre las sombras que vas dejando al descoser tu luz
de tu alma, que se apaga, lo veo, lo estoy viendo
y no quiero ver retorcerte,
no, no quiero
antes preferiría verte, como siempre, huyendo
de una boca a otra, de desidia en desidia,
aunque te sientas acorralado por recuerdos del futuro pasado
no desfallezcas, que tu luz no se hunda,
no cierres las puertas que aún no has abierto,
sólo acuérdate de lo que yo por ti escribí
tratando de evitar las esquinas donde no me alumbra tu luz,
acuérdate que nosotros no nos rendimos,
nosotros no somos parte del final, nosotros somos el camino
¿Dónde quedó tu luz, que ya sólo te veo perdido?
¿dónde te fuiste que nada queda de lo que eras?
Sólo un espejo, un reflejo, una esquizofrenia vital,
una voz, un pálido error, apenas nada.