El Clan de las Tormentas: mayo 2009

jueves, 28 de mayo de 2009

El Destino roto

Tal vez otro día, quién sabe, encontremos

estas ínfulas de volar tan alto, más alto que la voz misma

como una muestra pensada, no sentida,

de lo que otro día fue

un lugar de donde no se siente ni que el tiempo exista

y, en cambio, se tiene seca la garganta

(y por ello sangra con algunas palabras,

no todas, es cierto, sólo aquellas que no se podían decir

porque del olvido atrás se quedaban)

queda pactado, pues, nuestro camino, un Destino roto

colapsado en sí mismo como una vela en el vacío

sin aire ni fuego ni energía ni nada,

sólo ya la visión del Palacio derruido, en manos

de otros cuyos ejércitos, siempre más poderosos,

se convirtieron en barcos con los que cruzar lagos

de olvido en los que se desenvolvían onerosos

todos los recuerdos,

(por suerte van quedándome menos)

y ya no somos lo que éramos, a pesar de las cavernas

inundadas]

a pesar de las noches

desterradas]

a pesar de las mañanas

pobladas]

de más, más palabras, todas las necesarias

que quedaron grabadas en el frío de aquel invierno

en la electricidad de nuestro pensamiento

y hasta en la sangre de la herida derramada. Más, más palabras

para un Destino roto, expuestas tan rojas

sobre la faz de los rostros borrados, de los números

escondidos en sonrisas de plástico

de los gritos ahogados por pantallas de silencio

que como a ojos querían asemejarse

ahora que todo se ha ido, se fue el tiempo de los dedos

de la piel encerrada en un alma, y las promesas enjauladas

y los versos encriptados, nada queda, como siempre pasa

de lo que lo fue todo, ni harto recuerdo en la memoria

ni siquiera un sonido grabado, una imagen retenida

porque nada hay en la ausencia de uno mismo. Apenas, tal vez

el paso del tiempo, sonoro, ligero como plomo

en el alma, un denso sentido de lejanía y un Destino roto

por cuatro labios que a todo menos

a la Eternidad llamaban.

 

 

domingo, 24 de mayo de 2009

Sic transit gloria mundi

Parece ser que últimamente se nos van a morir todos. La muerte, ya se sabe, sic transit gloria mundi y todo eso, no es más que una aporía de la propia vida, si tenemos en cuenta que, después de todo, no deja de ser un camino que se des-camina posteriormente, o tal vez, quién sabe, nadie lo ha dicho, tras la frontera, tras ese momento liminar, encontremos que la propia experiencia de lo que hay más allá no es más que una tierra parecida que camina hacia otro lugar. En cualquier caso, la jodienda no tiene enmienda (fututioni non est emendatio, siempre queda más fino en romano) y cuando estaba a punto de verle la cerviz a la puta vida y la cara a la señora de la guadaña, Antonio Vega debió pensar que joder, que ya era hora, después de todo. Muchas prórrogas para un partido que casi nadie se atreve a jugar. Los chamanes suelen llevar una mala vida que te rilas, que se lo pregunten al Sabina o a Bécquer, que le gustaba más ir de putas que a un fundamentalista un paquete de dinamita. Chamanes con ínfulas de torero como ese Van Gogh pidiendo las orejas, sin el rabo, por suerte, o simplemente desquiciados por no acabar de asimilar el mundo tal como es. Y es que es muy jodido, de verdad que sí, ser tuerto en un mundo de ciegos. Que se diera a la heroína, a la cocaína, a la cafeína, y otras cosas que no acaban en -ina pero que te dejan igual de hecho caquita no es casual ni extraño, es una forma de cura. Una de tantas. La Venganza es otra, curiosamente, sobre todo si lleva a la destrucción, aun consigo mismo, es decir, si arrastra hacia la Muerte como acto de creación. La Venganza es también un acto terrible de adicción a la experiencia de ese acto de sensación de estar lleno de Ser, y el control de la misma constituye, encima una prepotencia sublime. Vengarse consigo mismo también es, a dos bandas, una estupidez y casi una salvación.

No siempre los chamanes se arrostran a una vida de perdición. Murió Benedetti, que nunca fue santo de mi devoción, pero al cual es imposible no reconocer como un poeta, al fin y al cabo, mayor o menor, esa medida sólo la da el tiempo. También se nos fueron no hace tanto Pedro Hierro y Ángel González, éste último desde luego muy por encima de toda su generación. Me hace gracia cuando dicen que la muerte es un misterio; ni misterio ni cojones, es lo que se nos lleva a todos y nada deja más que recuerdo y éste no es más que memoria, si no dejamos nada que pueda recordarse, nada somos, de nada se nos recordará. Así que de misterio poco, más misterioso es que haya personas que sigan vivas, tanto desperdicio de carne y esperma anda suelto por el mundo. El propio Ángel González decía 'Más todo aquello /-estatua o fortaleza-,/ después de haberse erguido, abrió dos grandes alas de misterio/ y se perdió en un vuelo negro y rápido./ De su presencia lúcida/sólo nos queda ahora/un desolado pedestal vacío/de sombra, y frío, y noche, y desamparo". Porque todos los grandes se nos acaban yendo, también los 'pequeños', pero a esos no los echaremos de menos. Igual que cuando esta semana la Universidad, sí, esa otra puta vestida de dama de rojo, por lo del banco que la maneja, deje 'morir' a uno de sus más ilustres profesores, Genaro Chic, en su última clase antes de jubilarse y nadie haga nada por evitarlo.

Llega el Apocalipsis, y nadie hace nada por salvarse, simplemente se limitan a pulular esperando su momento. Otros creen que para advertirlo hay que hacerlo a gritos, como le pasa a Lars Von Trier, uno que hace la vida misteriosa, lástima que se vaya Antonio Vega y no nos lo hayan cambiado por este fulano nórdico. Ese arte tranquilo, el de Juan Muñoz, que también quiso largarse de aquí con medio siglo apenas vivido, el de Kubrick, el de quienes se ponen a crear y punto, frente al arte pancartero de estar dando voces como niños pequeños incapaces de asimilar que sólo son eso, un trozo menos importante de la sociedad. Von Trier corrobora como bien dice Carlos Boyero que "la imbecilidad con ínfulas de transgresión siempre goza de infinitos adeptos en estos templos de la alta cultura denominados festivales". Hay mucho imbécil suelto, especialmente entre los chamanes, que están tan faltos de 'cariño social', tan distantes a veces de su propia realidad que olvidan que, después de todo, ante la Muerte no son nada, no la superan mejor ni peor que el resto. Dar voces no la ahuyenta.

Jorge Manrique lo entendió al decirnos "Así, con tal entender,/todos sentidos humanos/conservados,/cercado de su mujer/y de sus hijos y hermanos/y criados,/dio el alma a quien se la dio/(en cual la dio en el cielo/en su gloria),/que aunque la vida perdió/dejónos harto consuelo/su memoria.".

 

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