El Clan de las Tormentas: junio 2008

domingo, 22 de junio de 2008

Yesterday (all my troubles were so far away)

Sólo soy un chamán. No pido nada más que respeto. A mi forma de ser. A mi carácter. A mi tendencia al caos, a la anarquía, al desastre, al horror... el horror, el horror... Hago daño, muero matando, busco sin cesar algo que calme mi agitado espíritu, derrotado ante los vaivenes insondables de un tiempo y un espacio perdidos para siempre en la negrura de esta noche en la que estoy. No se puede ser feliz sin haber conocido la noche. En la noche todos somos como largos pañuelos de adiós. Perdición, ciclo de reluctancia interior. Vuelvo a mis orígenes. Vuelvo a evocar lo que tenía que ser mi propio futuro, recordado en el mismo color, el mismo rizo, el mismo bucle eterno, melancólico, una tormenta invisible que nunca cesa. Pero ruge. Se siente. Está dentro. Mil tempestades interiores que no dejan de quemarme dentro. Muy dentro. Vuelvo a ser títere de mi propio Destino. Nunca estaré en calma. No sale el sol donde éste murió. Todo es, pasado y un recuerdo de un largo adiós, que nunca se acaba.

lunes, 16 de junio de 2008

De camino a la tempestad

Escribo estas palabras desde el Aula X de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla. Aquí fue donde comenzó todo.

Hace ocho años entré por primera vez en esta clase, que guarda el mismo olor a madera vieja, con esas marcas hechas utilizando el bolígrafo cual navaja albaceteña mostrando una cronología anterior a la existencia misma de la propia navaja, el profesor y quien esto escribe. Para quien no haya estado aquí nunca, sólo le diré que es el aula habitual con bancas de madera en pendiente, estrecha, mal ventilada, mal iluminada y con más mierda que los bajos de un Land-Rover. Pero aquí murió el imberbe muchacho de pelo corto con camisas y camisetas insulsas de tonos crema y algunos grises que levitaba a veces por encima del suelo. Aquí comencé a crecer, a abandonar definitivamente la tardoadolescencia de vagas y vanas ilusiones. Aquí comencé a creer en mí mismo, en mis posibilidades, comencé a creer. Cree en ti, crece y hazte libre. Ningún cambio es fácil y el proceso tuvo sus altibajos durante un año más. Sin embargo, aquí mis pies tocaron el suelo y eso me permitió caminar. Aquí cambió, otra vez, mi Destino porque antes de entrar en este aula yo no iba a ser investigador, yo no quería ser profesor ni de universidad ni de instituto ni de ningún sitio.

Hoy han pasado ocho años. Con muchas cosas, muchas gentes, muchas sonrisas de personas muy diferentes. No me arrepiento de ningún compañero (miembros y miembras como diría alguna imbécil con mejor sueldo que todos nosotros juntos) en estos años. Todos me han aportado algo y con todos ellos he crecido. Con el tiempo he ido conociendo gente cada vez más grande. Todos vosotros, los de ayer, los de hoy y los de mañana, os merecéis estas palabras, este hueco, este espacio. Vosotros, hombres y mujeres, compañeros todos, hermanos en esta batalla que vamos a librar, sois los mejores. Algunos tenéis valor, otros confianza, fe, autoestima, carisma, seguridad, necesidad o simplemente sabéis a lo que os enfrentáis. Cada uno de vosotros tiene dentro de sí un poco de la llama de nuestro líder, que durante todo este tiempo nos ha enseñado a luchar con las mejores armas. Nuestro enemigo es fuerte, pero nosotros somos más y mejores.

Hoy miro estos ocho años y me siento orgulloso del camino recorrido. Los errores son parte de nuestro pasado y actúan como correcciones para mejorar nuestro presente. Prepararos para la batalla que vamos a librar desde el día 22 con el corazón lleno de fuerza: vamos a ganar. Da igual que lo hayáis hecho como austeros espartanos, como especuladores atenienses o como lujuriosos persas, esta vez ganaremos. Todos. Juntos. No guardo rencor a nadie de estos ocho años, y esa tranquilidad en mi espíritu me hace sentirme bien porque sé que me he rodeado siempre de los mejores. Seguís siendo los mejores. Sed conscientes de que no todos ganaremos esta batalla. Algunos moriremos en el camino, tal vez tengamos que luchar otro día. Pero el camino ya esta hecho: este es el camino.

Si os veis desfallecer, si por un momento vuestro cerebro se agota, acude a vosotros la rendición y queréis dejarlo todo en ese instante, pensad por un momento en la grandeza de vuestros actos. Sentid la fuerza de los guerreros, sentid la mirada poderosa de los chamanes. No habéis llegado hasta aquí porque os hayan regalado nada. A nadie le han regalado el título de la licenciatura, a nadie de los 100 de este grupo que hemos sido les han regalado su esfuerzo en la programación, en la unidades didácticas. Cada gota de vuestro sudor, de vuestra sangre, de vuestras lágrimas, está ahí, en cada página. Luchad por ese esfuerzo. Luchad porque sabéis que os merecéis más que nadie aprobar. Luchad siempre porque cada cosa que hacemos en esta vida, tiene su eco en la eternidad.

Compañeros. Ha llegado nuestro momento. Suerte a todos.

 

lunes, 9 de junio de 2008

Starry night. Cenizas.

He gastado los días más hermosos de mi vida persiguiendo fantasmas que nunca han pertenecido a ningún cuerpo. He lastrado mi Destino a sombras que no conocen la luz; he combatido en guerras que dejan heridas cuyo enigma sangra como una eterna condena. Y todo para conseguir, ¿qué? ¿acaso he llegado más alto? ¿acaso soy mejor persona? ¿no he dejado como Dorian Gray que mi retrato deje ver todos mis desmanes, mis pecados, mis horrores? La gente o me odia o me sigue hasta la muerte. He decepcionado a tanta gente como la que he dado ilusión. No suelo dejar indiferente. He besado a mujeres bellas como el nacimiento de un hijo, he bebido y reído con amigos y no tan amigos que juraban su sangre por mí. Me he sentido grande caminando sobre hombros de gigantes y he sido gigante para llevar a los demás. Yo fui un himno solemne y grande que en mitad de esta tormenta invisible, solitaria y desgastada retumbaba con la fuerza de un océano en lucha.

Pero ahora mis manos y mis piernas son cada vez más como el acero sobre el agua, como pesadas cargas que me cuesta mover. Me miro en el espejo y me cuesta reconocerme. No soy lo que quisiera ni debiera haber sido. Odio esta tensión creativa. Odio el Clan, odio la oscuridad, la serotonina que se me escapa, el recuerdo alojado como un clavo hiriente en mitad del hipocampo. Allí está el recuerdo blanco en mitad de la noche en que estoy. Nunca desde hace tanto he dejado de perseguir, cuando de cuerpo en cuerpo salta. Miro mis actos, y son los de un vagabundo desalmado que ebrio reconoce las sucias y malolientes calles desiertas en una ciudad de casas vacías. Como un perro viejo al que ni las pulgas envidian el saco. Fuera cual fuera mi elección, siempre ha sido la incorrecta. He sido infiel tantas veces, he hecho tanto daño, he olvidado a tanta gente a la que marqué como hierro que entra ardiente en las entrañas, que es difícil pensar que alguna vez pude sentir algo.

Me consume mi propia ansia volcánica. Blow-the-line, morir de ausencia propia. He alejado de mí lo que yo era para mirar un amanecer que siempre ha estado delante de mí. Creé un monstruo y cuando hubo arrasado con su mundo y el mío lo arrojé a su propia hoguera para que muriera consumido. Pero sin él soy como un dios sin sus criaturas. A veces me miro los brazos, busco si hay venas, arterias, a veces incluso me hiero para confirmar que tengo sangre. He fracaso. Mi propio proyecto para vivir ha sido derrotado. He levantado tantos muros para encerrarme en mi propio laberinto y que nadie me encontrara que ya he olvidado la salida. Con las lágrimas de la noche creí encontrar la esperanza y  la fuerza, con las pastora el futuro y con la princesa creí que aprendería a vivir en la noche. Sin embargo, ellas no han sido nada, solamente ejemplificaban lo que soy. Mis queridos errores.

¿Quién merece soñar si sólo crea pesadillas? ¿quién puede ofrecer el futuro si ha quemado su presente? ¿quién puede pretender volver a cerrar los ojos cuando ha visto lo que yo he visto? Volveré a mi cueva, oh sí, volveré como chamán que soy al interior de la caverna. Pero esta vez no entraré a pintar bisontes, no; esta vez dinamitaré la entrada y mientras el oxígeno se agota, reiré. Como se ríe por última vez.

Pásalo

Mandame a Facebook