El Clan de las Tormentas: noviembre 2010

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El tiempo expulsado

Cuando no  estás la ausencia se llena de vacío, como una noche a la que le han golpeado

hasta hacerle saltar estrellas como lágrimas furtivas

que se deslizan por la piel de tus adioses diciendo que te vas

y apenas queda ya ni silencio ni ruptura con los momentos de lo deseado]

tan sólo el aire que es pesado cuando no lo ocupan ni tu cuerpo ni la lejanía que esquivas

 del mío propio; porque para amarte tan sólo me hacen falta eternidades]

y para esperarte toda la vida. Es ya tu retrato una marca de mi sangre

es ya tu voz un tatuaje hecho a fuego en cada uno de los sonidos

que habitan en tu recuerdo efímero, tan corto porque es tan continua tu presencia

la que aleja lo caótico del espejo, y lo atraviesa dejando atrás el humo y el metacrilato de las noches de hastío sin tu esencia

y todo aquello de antes, de los días pasados, del otro yo

que mataba la caída al abismo por el vértigo de ascender;

tus ojos oceánicos, tu piel como besos de cristal. Tan sólo aspiro ya,

a desesperar al tiempo y al espacio para desarmar todo recuerdo

encaramado al fondo del abismo como un hombre entregado a los campos

en los cuales se ha visto nacer

en los cuales se ha visto morir

en todos aquellos siniestros olvidos a los que le teme hasta la muerte

porque no quiero yacer

(no, nunca más de nuevo)

con el erial prendido en los ojos, por no verte

ni tampoco tenerte; en tu ausencia, no tengo nombre

tan sólo partes inconexas de letras, alguna palabra suelta

porque para amarte

no necesito más que serte, ni mi voz, ni mi rostro que nadie ve

ni mi alma, si quiera quien la posea en letargo del penúltimo adiós reconstruida de parte a parte con tus manos,

desde el barro miserable del que partía. Frágil toda ala que nos lleva, en este deseo de llegar hasta el final contigo,

                  más allá, en los bordes mismos de la infinitud

hasta que no quede nada, amarte hasta que no exista el mundo

(puede que ni nosotros mismos)

cabalgando sobre los demonios expulsados del infierno creado por mí mismo

para todos los ángeles a los que he desangelado. Ya no queda nada,

porque contigo queda todo.

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