El Clan de las Tormentas: noviembre 2009

domingo, 1 de noviembre de 2009

Sangre oxidada

Sangre destrozada por dentro, sangre aceitosa, decolorada

perdida entre unos senos,

sangre de una víctima asesinada

por tener la lágrima envidia del océano

la que no tengo, ni sangre, ni lágrima, ni miedo

a este deseo que de tanto repudiarlo se vuelve obsceno

(cazador sin noche, albergo cuchillos para

rasgarme las manos,

como si fueran sus dientes el sol y el día la oscuridad)

ni en sueño me zafo de mis anhelos, ni en el olvido

encuentra ya mi alma carnosa un liviano consuelo

tan sólo el desangrarse para no mostrar por fuera

la nostalgia de lo que grita por dentro

en este atardecer de la melancolía

y estos días que me sangran;

ya no hay callejones donde refugiarse para llegar

a tus presas, cazador de tempestades,

ya no quedan más refugios ni formas de escapar

a estas cadenas]

ya estamos únicamente destinados a perseguirnos

de esta manera,

tan esquiva, como el león herido que huye en mitad de la ciudad

sin conocerla, sin haberla pisado nunca,

recordando aquellos días de humo, cigarrillos y cerveza,

aquellos tan lejanos que olían a cabellos recién lavados

tan artificial como reciente, no eran campos, no, donde vivíamos,

era todo un nido de aceras, una pradera de piedra

donde los altos edificios nos escondían de miradas kilométricas,

ya éramos los que nunca quisimos ser, gente que respiraba arena,

patético delirio de hojas muertas

sin salvedad ni nada más que eso. Allí, sous le ciel de,

 da igual cuando cualquier cementerio es bueno para recrear

nuestra última cena; nada queda ya del recuerdo

más que el recuerdo mismo del que más cerca estaba

mientras más intentaba alejarme.

Y ahora, entre murmullos, vuelvo a mí; he cruzado tan fuerte el espejo

que al partirlo mi sangre se ha fragmentado

y puedo verla en cada trozo mientras mi reflejo dividido

me dice, me grita tan despacio que puedo olerlo,

cada trozo es mi parte y mientras más intento unirlas

más me fragmento,

(sangre, sangre, sangre por todas partes)

al haber matado el futuro para seguir allí, en aquél pasado

perdidos los dos en la inmensidad de este mundo de pantallas

que esperan la destrucción del exterior,

como iglús que se abrazan al llegar la primavera, esperando

un final definitivo que apague los días,

que apague nuestras vidas.

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