El Clan de las Tormentas: enero 2008

viernes, 25 de enero de 2008

Nothing important happened today (III)

A veces las cosas empiezan con un final. En mi caso casi siempre es así. Es como esas películas donde la primera escena es un accidente de tráfico, un atraco o la destrucción de la realidad del protagonista, cuando no del protagonista mismo. Ciertamente parece una constante. Una negativa es a veces el punto de partida para buscar algo más positivo. O simplemente la confirmación de que a veces no puede ser  lo contrario es imposible. Qué cosas. La ecuación ha sido balanceada. Fuera. Las sobras es mejor perderlas de vista, si no siempre acaban viniendo perros callejeros a husmear. Jugador expulsado del campo por méritos propios. Mejor así. Ah claro, luego está todo eso de los recuerdos y tal. Es igual. Es mejor darse así, de hostias con la realidad. Todo se olvida. Salvo que amanece y anochece. Así que igual que no mirar el sol no evita que amanezca, tampoco apartar la mirada de la luna nos quita la noche.´

------.----------------

En el autobús hace calor, como siempre en invierno. La radio cuenta algo, lo que no le importa a nadie. Noche tras noche somos los mismos cuervos. Se habla de lo mismo. Saludo al estilo de mi barrio. Luego toca fútbol.

-Lo mejor que le puede pasar el Betis es que baja a segunda. -Pues no juega mal, ¿sabés tú compadre? el gol fue cosa, de vamos, un despiste de la defensa.

Luego tocan las anécdotas domésticas.

-Pues me han dado un pastor belga, ¿Tú sabes? -Eso es un bicho grande. -Enorme. No veas como come. -No menos que mi mujer, ¡joía!

Luego toca trabajo, el que tenga.

-Tanto trabajar te va a hacer falta coca, como al de la radio. -Se  ha quitado, dice -interviene el chófer.-Así estará.

 

-------.--------------

Marla era un bolso rojo de tela, no muy grande pero tampoco excesivamente pequeño. Hace juego con su tanga de encaje, ambos ligados a las líneas que los completan por las caderas que, como a Andrómeda, separan lo real de lo deseado. Siente un leve escalofrío bajo su jersey como la noche bajo el cual lleva otro más fino a juego con su tanga y su bolso, y en parte también con la selva casi rojiza sobre su cabeza, salvaje, que hace a su vez juego con el rubor de sus mejillas. La mochila también es roja, como mi deseo hacia ella, rojo, rojo, rojo por todas partes. Tiene cejas largas, delgadas, como una línea que separa el profundo abismo de sus ojos del color de su jersey. Todo en Marla es bícromo. Es rojo o es negro. Es sí o es no. No hay gradaciones. No hay medias tintas. Dice esto. Dice lo otro. Sin ambigüedades. Sus zapatos son rojos y agita su color haciendo círculos con la punta del pie en el aire. El interior de su bolso es negro, no como su sonrisa que es blanca y abierta. Usa vaqueros. Puede verse el tanga por encima de la línea del pantalón porque Marla, es otra Marla.

-------.--------------

Los tres tertulianos del autobús se miran y sonríen. Uno de ellos es camarero, profesión sevillana donde las haya. Lleva ojos medio abiertos, cansados. Un tipo negro vestido de sábado noche se acerca y le pregunta a uno de los contertulios

-Oiga, ¿era esta la parada que me dijo? -No miarma, ¿ves la siguiente? Pues esa ya no, te conviene bajarte e irte andando. -No, no, no -interviene una señora-mejor aquí y todo recto. -Que no, ¿qué dices? Mejor te bajas, te vuelves, todo recto, sales a los polígonos industriales esos, luego a la derecha y no tiene pérdida.

Se perdió.

----.--------------

-¿Te acuerdas de cuando conociste a Marla?

Armando me pregunta detrás de sus gafas de sol, su ridícula perilla, sus pantalones vaqueros comprados en cualquier parte que no sea esta ciudad de mierda. Claro que me acuerdo, me fijé tres veces en ella. La primera vino a devolverme unos apuntes que me había pedido una amiga suya. Fue la primera vez que la conocí. Llevaba el pelo del color de un gato de mala suerte y largo, muy largo. Unas cuantas pecas y una ropa discreta. Armando deja el vaso de martini con seven-up encima de una mesa con algunos tatuajes de suciedad hecha por otros tantos vasos de otras tantas personas contando sus miserias. Huele a tabaco. Él no fuma. Yo sí, y eso le molesta. Gilipollas.

-¿Y la segunda vez? ¿aún recuerdas la segunda vez?

La segunda vez que conocí a Marla estaba lejos, no físicamente, de mí. Bonito traje verde de noche. Pelo como miel de azahar, morena, ojos medio abiertos. Sonreía, hablaba, bailaba, conmigo además. La segunda vez que la conocí no me besó. La besé yo a ella. Los historiadores sitúan en ese mismo momento el envenenamiento al que fui sometido. Era toda una fatalidad. Marla era mi tumor particular con nombre y apellidos.

-----.-------------

La cocina. Marla me ha cogido en la cocina, cenando. Es la tecera vez que la conozco. Hicimos chistes fáciles de esos de romper el hielo entre personas que no se conocen. Ella entró abriendo con fuerza la puerta, ojos como el Atlántico, piel y gestos como el Ártico. Ingenua, sorprendida, reía. Yo también. Marla esta vez se había disfrazado de otra cosa. Pero era Marla.

----.---------------

Armando me pregunta por teléfono por qué no he ido a su casa según me dijo. Te den por culo. No sé qué decirle. Silencio.

-¿Te ha pasado algo?

No, nada importante sucedió hoy.

Pásalo

Mandame a Facebook