El Clan de las Tormentas: septiembre 2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Once. Late Goodbye

Posiblemente siempre se me olvide que hay días como estos
y como casi todos, en los que las hojas muertas
sustituyen a los secuestros, de palabras, de voces, del humo
en escala de grises que hacía fundir el sonido
de tu voz con el de todos mis recuerdos
días para enfrentarse a lo mismo, a lo efímero y lo eterno
para encerrarse en el fondo de uno mismo, allí, al final del tiempo
en cada esquina perdida, en cada tumba pintada de azul
brillante, dice el sol que queme entre mis brazos
el anhelo por las cuchillas afiladas y desconocidas de tus besos
alejándome de cada exterior humano, penetrando en el silencio
de los rostros, los gestos, repetidos, siempre bajo las mismas excusas
porque sólo puedo repetir este cansancio perpetuo
la adicción imperfecta a seguir buscando en cada forma
el mismo espíritu descompuesto, deshecho, deshilvanado
en el sacrificio autodestructivo de desear el deseo. No hay mares
desecados por los que caminar, me temo;
menos cuando pienso mirar hacia aquellos ojos alejados por décadas
porque solitaria es la prisión de tiempo y espacio
imposible devolver al sucio corredor de la vida todo lo vivido
para no ser ancestral sin apenas haberte quitado la boca
(nada hay, sólo esta necesidad de soledad)
para no habitar en la lejana disyuntiva de la perpetuidad
tan sólo ser rumor entre los abrazos partidos del océano generacional
que nos separa]
simplemente esconderme de mí mismo para no buscar mis cenizas
en el final del desierto; únicamente esperar que se repitan los días
con los que se marchan los años. Porque siento el horror dentro
de mí, como una azada que cavando va la tierra
en la que se quiere habitar cuando por encima de ella nada nos queda ya, cuando es tan fácil ser convertido en ausencia de lo que antes se era delirio
(el bucle melancólico infinito, yo mismo a mí mismo, y todo lo demás)
desde el fondo alveolado de este deshilachamiento. Grito, estoy gritando
lo hago, con voz sorda, callada, sólo los músculos del cuello tensos,
en el adiós de cada día,
en el tormento de cada noche que voy pensando
y se van cayendo las copas envenenadas de los árboles, copas vacías
de sangre; adiós, carne de mi alma, adiós. Porque el alma
la tengo cosida al cuerpo, reclamando lo que efímeramente me haría
sentirte]
mientras te pierdo en la eternidad
y a veces me ciño a la idea de ser el mismo que rompe las puertas abiertas
y a veces salto por encima de los absurdos,
rompo el tiempo y la circunstancia que vuelve opacos nuestros espejos, aspiro a no ser,
me revuelvo en el viento por esperar la compasión de Dios
en el lugar donde nació su hijo;
en el sacrificio recíproco de este dolor infligido a ambos
(pero que tan sólo yo siento)
cuando se rompe el mismo hilo del destino que corría bajo mis arterias
mis venas, mi cuerpo entero; nada hay, de nuevo, en la ausencia
en el ruido del vacío, en las calles llenas de gente donde todas las máscaras
se resisten a ser algo más que plástico y formas confusas
porque mis versos más tristes ya se escribieron
y ahora sólo queda el rumor de este adiós susurrado
de esta despedida entre recuerdos no tenidos que todo se dijeron
J'aiguisais lentement sur mon coeur le poignard
hasta encontrar el abismo, el olvido, allí donde je me suis baigné
dans le Poème de la Mer
en el abrazo de piedra de tus ojos de cristal.

viernes, 3 de septiembre de 2010

La imperfección automática

Atrapado conmigo mismo en los jardines delirantes de tu memoria

recreado secretamente por las palabras encontradas

y las aperturas de bocas en silencio que dicen cosas

desde tus ojos,

porque no hay eclipse que brille más que tus veladas

ausencias, que no dicen ni expresan más historia

que la escrita bajo las piedras del templo destruido

de nuestra complicada proyección cristalina

en rimas discordantes de tu ausencia, de tu larga y pretendida

descarga de ira sobre las tormentas de manos rotas

por tu ruido interior,

tanto que echaré de menos hasta el eco de tus silencios

tanto que recorreré hasta los caminos deshechos tras tus pies

todos aquellos que convertiste en soliloquios de crueldades

fusiladas tras los muros de tu deseo, aquellos que separaron

tu cuerpo del cielo y mi alma de la tierra

como muertos cuya vida jamás se produjo

ni de ti, ni de nada, ni aquello que quedó de nosotros

esperado, al otro lado de la lanza y del veneno

consumido por nuestros labios, no unidos, no hallados, no encontrados

porque en el mar de tus abrazos quedan, entregados,

los recuerdos de mis amores náufragos. Hacia el horror

de ser fantasma de ti en desiertos no claudicados,

hacia el eclipse solar en la primavera de tus sueños erradicados.

Con el alma entrelazada al final de la cabeza y perdida entre los señuelos

que dejan tus despedidas; no son más que sombras

que denuncian que tengo la sangre circulando por las concavidades del alma fragmentada como los cristales

de un espejo roto a golpes,

todo se queda en nada cuando huye de la sensatez hasta la tormenta

y se convierte en calma. A pesar de la ansiedad en la ausencia,

a pesar del desquiciante tormento de tu irremediable presencia

que torna igual en desidia que en flores

y en delirios de grandeza

a estos días tan miserables de los cuales nada nos queda

(y escucho temblar al león en su propio territorio,

siente el miedo, lo sé, de la soledad sobre el cerebro y el cuerpo

sobre el alma y el espejo, de romperlo, golpes y a golpes

se resquebraja, y se quiebran las manos, sus garras

los ojos le laten, el corazón mira a cualquier parte

la ceguera plateada del día

los cuernos del ciervo)

Nos vamos, más allá de la línea que nunca dibujamos

la que nunca atravesamos por el miedo que se parasen los relojes

tú en tu tiempo, yo en el mío

décadas de distancia reunidas en un mismo espacio

y las espinas de las manos arrastrando tu espalda hacia el silencio

como un hombre arrasado en su piel y sus dedos

que es inconsistente como el humo, como los labios, como el peso de la huida hacia dentro;

hacia ese lugar donde el encuentro llega un instante

justo antes del frío, del agua, del miedo, del sueño

mientras llega el silencio, el rumor, el olvido, el adiós.

Pásalo

Mandame a Facebook