El Clan de las Tormentas: marzo 2010

martes, 30 de marzo de 2010

Diálogo del perro con su sombra

Nuestras almas solitarias

perfectamente soldadas a otras vidas,

alejándose a la misma distancia que nos deja

              lo no pronunciado]

porque todo en ti fue victoria

todo en mi fue derrota

árido en los campos de deseo

desahuciado del orgullo de haberte luchado

para qué si desde entonces escucho

      a solas con mis sordos ojos

los llantos que vienen de tus mudas manos

sin lágrimas que siembren almas

en este vasto erial que todo lo recoge. Sólo queda

ya un yermo sueño de lo que en otro tiempo

fue un paraíso]

secos los estanques de susurros

vacíos los bancos del parque donde antes los perros salían

a debatir sobre la forma de su sombra.

Nada queda del pasado cuando nada hay que recordar

en esta vida tan aburrida de autocomplacencia

de la sal respecto al mar;

ni en las calles hallo caminos

ni en el humo ya la verdad

(hasta aquí hemos llegado, me digo

no es suficiente, no es suficiente)

en esta vida perpetuada donde todo es

calma, vacío y falsedad;

abatido y desangrado en el suelo

se marchita el alma

como animal herido en mitad

del claro lunar.

No quedan días de castigo,

ni más que un espíritu derruido

pronto jubilado de toda carne

de un empeño moribundo que le lleva

a sacrificar lo conocido por abrazar lo nunca obtenido

y ser, no obstante

(como siempre)

el mismo sonido, huídas

en pasadizos de cristal,

por abismos de desidia fugado

con seres incompletos que caminan alejándose de su otra

mitad.

sábado, 6 de marzo de 2010

Hubo un tiempo que

El viento, el río, el sol va y viene, se baila, se agita

como la reina solitaria y viuda en la república

que los cien enemigos de la soledad acaban de autoproclamar

mientras dejan cenizas al paso de los vivos

anunciándoles lo muerto que estarán pronto

(ya pronto, sí, tan escaso es el tiempo

y sus tribulaciones, la nadería de este soliloquio

en el que tantos dicen "sí, sí, entiendo, entiendo,

camino, camino

pero carecen de pies, no saben dónde ir

pero te miran

pero te observan)

todo lo que se es no es más que el engaño que para ellos se reservan

cada cual con su ceguera sin saber a quién inspiran

anhelando páramos en los que resistir

la intensa rebelión que impone la necesidad al olvido

de tantos que van y vienen mientras permanece

el enigma de la herida que emborrona la flor del dibujo.

Es ya, no más, que simple hastío,

de vagar interiormente sin rumbo fijo

el mar que naufraga sobre sí mismo

despojado de lo Bello desde el mismo día del nacimiento

(qué más da dónde, qué más da por quién,

¿no nacen también los envidiosos, los egoístas

los asesinos?]

¿no son también ellos partes como yo, como nosotros

de este mundo, de este suspiro?)

mientras nuestros cuerpos quedan tendidos sobre el agua

en el largo brazo de mar que se expande hacia el infinito

náufragos de la propia desidia que nuestra carne siente

en el reencuentro de nuestras almas

como si nada quedase ya de lo que en otro tiempo lo fue todo,

sólo dedos cortados a cadáveres ensombrecidos

porque todos quieren, admiran, desean, formar parte de la gravedad

pero no hacen más que anhelar las alas

para escapar, huir, formar parte de esta insoportable levedad

en cielos donde los días no sean más que empobrecidos

lamentos de otros, siempre de otros,

alejarse, gritar, como una desquiciada en mitad del bosque

perdidos los sentidos, no quedan ya más que oídos ajenos

y pieles que se marchitan, que nada sienten,

no fuimos más que otros que se encuentran y se alejan

 y hay ya un insoportable abandono sacrificial

de mí a mí mismo, todas las mismas gentes,

todas las mismas caras

todas las mismas excusas

que llegan sin ganas de saber. En la soledad del páramo

con la espada en la mano, no hago ya más que desear partir

hacia el largo combate, ya dejado de tus alejados brazos

ya, tan solo, de mis propios deseos abandonado.

 

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