Apenas se marcha ya el recuerdo
a la calle de enfrente, y permanece
allí, entre la tierra y el suelo
hasta que cobarde y traicionero
se marcha, en un instante parece
y ya no es más que sombras y olvido;
de risas enlatadas y cárceles para el alma,
porque sólo es ya carne lo que nos queda
ya nos hemos arrancado hasta las alas
que con tanta destreza nos unimos al cuerpo
como si fuera un soliloquio de una vela
en un barco naufragado. Porque por ti
no me importó perder todas mis guerras,
(lo que demuestra que en ti
no existe el tiempo,
sólo el espacio que de un universo a otro
nos aleja)].
Eso fue en tu piel como espadas
vomitadas por la boca de un volcán en el invierno
del mar espeso de cieno en el que deseé navegar
para alejarme de todo aquello, de luchar
de combatir, en batallas de lanza,
fuego y veneno, en días vacíos
que te hacían caminar como el último
de los hombres que predican en el desierto;
y ahora que ya no miras al abismo
sino que eres tú mismo el vértigo,
el horror, el sueño carnicero que asesina
la noche ártica sobre los campos quemados,
es ahora, entonces, cuando te conviertes
de profeta en recuerdo.