J'ai toujours rêve d'être
cualquier cosa que sea algo más que número
sí, por favor, incluso que letras o palabras
(¿su identidad? ¿podría repetírmela?)
nada en sombras, bucea entre luces
plastificadas, cartesianas, industrial,
como si mi alma hecha de deshechos
por la ilusión de la eternidad
no podemos, no podemos
tantas veces atrapados por nuestro
sueño paraoide y desigual
confundido entre los muros del deseo
porque, seamos, como el asesino sin piedad
sinceros; a todo ya volvemos
incluso a la matriz inicial. Al ver
acercarse gentes, con sus ojos de soledad
sus manos como cigarros
que se encienden y se consumen
y de su calor ya no queda ni el humo
sólo el vacío más insondable de
cualquier abismo,
el que me deja plúmbeo, acristalado y con escombros,
de otro pasado perdido ya mismo
al ser golpeado por las calles negras,
esos vómitos de sangre urbana,
reseca,
fruto del choque de cuerpo y carnes
y huesos,
por seguirnos los unos a los otros
bajo un laberinto de agua gris;
¿fue allí donde nos llevó lo que esperábamos?
¿fue al caos, la desidia, el olvido
y sobre todo,
fue el anonimato, al cúmulo de personalidades
y al alma dormida?
(recuerde, recuerde
cómo se pasa la vida)
sin ningún placer que acuda presto
porque ya sólo quede la presencia derruida
de todas aquellas falacias y falsedades
que nuestra mente construyó;
las mismas risas, las mismas caras
que las emitían en todos los canales.
Como el alquimista de la vida moderna
j'ai toujours rêve de transformar
la carne en piedra, pero sólo nos quedan
pedestales vacíos a los que adorar
como ánimas purgadas a las que mueve la pena
porque del solo sólo queda ya su ausencia
también plúmbea, y acristalada y con escombros,
ya se va, se cae el cálido ojo menstrual,
apenas queda tierra con la que seguir
sintiendo arena entre los labios;
densa, lacerante, ya la herida salada,
ya las manos en la espalda.
Tuertos en un mundo de ciegos, los brazos
como cuervos comiendo ojos, heridas
de una guerra sin guerreros
que se dan abrazos de cristal
mientras navegan por desiertos
sacrificiales,
ya veo el silencio, y mi rostro borrado
que me es ajeno, y mi piel de tierra
y la sangre de arena,
el veneno, el adiós y el sueño.