El Clan de las Tormentas: junio 2009

jueves, 18 de junio de 2009

Plúmbeo, acristalado y con escombros

J'ai toujours rêve d'être

cualquier cosa que sea algo más que número

sí, por favor, incluso que letras o palabras

(¿su identidad? ¿podría repetírmela?)

nada en sombras, bucea entre luces

plastificadas, cartesianas, industrial,

como si mi alma hecha de deshechos

por la ilusión de la eternidad

no podemos, no podemos

tantas veces atrapados por nuestro

sueño paraoide y desigual

confundido entre los muros del deseo

porque, seamos, como el asesino sin piedad

sinceros; a todo ya volvemos

incluso a la matriz inicial. Al ver

acercarse gentes, con sus ojos de soledad

sus manos como cigarros

que se encienden y se consumen

y de su calor ya no queda ni el humo

sólo el vacío más insondable de

cualquier abismo,

el que me deja plúmbeo, acristalado y con escombros,

de otro pasado perdido ya mismo

al ser golpeado por las calles negras,

esos vómitos de sangre urbana,

reseca,

fruto del choque de cuerpo y carnes

y huesos,

por seguirnos los unos a los otros

bajo un laberinto de agua gris;

¿fue allí donde nos llevó lo que esperábamos?

¿fue al caos, la desidia, el olvido

y sobre todo,

fue el anonimato, al cúmulo de personalidades

y al alma dormida?

(recuerde, recuerde

cómo se pasa la vida)

sin ningún placer que acuda presto

porque ya sólo quede la presencia derruida

de todas aquellas falacias y falsedades

que nuestra mente construyó;

las mismas risas, las mismas caras

que las emitían en todos los canales.

Como el alquimista de la vida moderna

j'ai toujours rêve de transformar

la carne en piedra, pero sólo nos quedan

pedestales vacíos a los que adorar

como ánimas purgadas a las que mueve la pena

porque del solo sólo queda ya su ausencia

también plúmbea, y acristalada y con escombros,

ya se va, se cae el cálido ojo menstrual,

apenas queda tierra con la que seguir

sintiendo arena entre los labios;

densa, lacerante, ya la herida salada,

ya las manos en la espalda.

Tuertos en un mundo de ciegos, los brazos

como cuervos comiendo ojos, heridas

de una guerra sin guerreros

que se dan abrazos de cristal

mientras navegan por desiertos

sacrificiales,

ya veo el silencio, y mi rostro borrado

que me es ajeno, y mi piel de tierra

y la sangre de arena,

el veneno, el adiós y el sueño.

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