El Clan de las Tormentas: septiembre 2012

viernes, 28 de septiembre de 2012

El largo adiós

Sólo voy recogiendo del suelo las migas que van quedando,

 apenas pudiendo comer, vomitando de miedo y silencio

al sabernos tan sólo extraños en un futuro no muy lejano

(preguntándome si realmente te amé

o amé el vago espejismo de haber ido olvidando

que no queda nada de la gente que va y viene)

¿no ves ya cómo nos vamos diciendo lentamente adiós?

agitando las manos tan fuertemente que nos golpean

en la cara, en todas las pesadillas que soñé

en las que huías de mis abrazos, y ahora son para ti

prisiones, cárceles, condenas a este desastre anunciado

porque al mirarnos no vemos ya más que un espejo roto

golpeado al lanzarnos al abismo despreciado

del tiempo]

(al final nos pudo el tiempo, sí, nos venció

nos llevó a cada uno de nuestro lado)

espejos que atravesamos y ahora llenamos de sangre

y en cada fragmento una imagen de nosotros

devorados. Es tanta la distancia entre nuestros ojos

que ciegos caminamos,

y es tanto el dolor que nos provocamos,

que preferimos huirnos, dejarnos despojados;

aliento de besos congelados, reducidos a huesos y cenizas

quemados por un sol que nos dejó,

nos abandonó, despiadado,

y mientras ya vamos recogiendo lo que nos queda

sólo la herida no cicatriza. Tantas noches como ésta quise rendirme

y que tú vencieras a mis labios,

y en tu despedida sólo encuentro el desprecio,

de todo lo que de mí has olvidado.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Sed de naufragio

Fue tan grande el tiempo de nuestro amor, que tu adiós se me hace inmenso

decidido como estaba a pensar que merecía la pena luchar

por una eternidad que no existe

(no se puede prometer el futuro)

y aún así, quisimos durante algunos días que jamás nos pudiéramos alejar;

y, sin embargo, sigo pensando que no todo fue oscuro

que tuvimos algo cercano a la ilusión que ya no persiste

como barcos llenos de agujeros que navegan hasta que naufragan

esperando que eso pase lo más tarde posible.

Nunca se sabe cuáles van a ser las últimas palabras

(tan destrozado, tan herido, con el corazón hecho jirones de viento

vacío ya de amar a la desolación

de oír el abandono consagrado a la acción

de marcharse, de rendirse en una vorágine de medias verdades)

porque tantos puñales han herido hasta mi mirada

a mí, que te entregué mi alma

a mí, que tantas veces  te entregué hasta las llaves

de las cárceles de mis pesadillas.

Y, sin embargo, te marchas

en el caballo desbocado que nunca quisimos

por aquellos campos fértiles que te quedan por delante

mientras yo me pudro en el desierto donde siempre estuve perdido

para volver a encontrar que ni un te quiero

vale ya más que un lo siento;

de todos aquellos muros que quise haber construido

para guardar las espinas de tus labios

ya sólo quedan ruinas sin sentido,

y ahora me quedo aquí sintiendo que estoy más cerca del infierno

que de aquel mentiroso cielo

que de aquel sitio donde danzábamos a besos

sin saber que, mientras tanto,

en cuchillas se convertían tus dedos.

Mi error, mi tímido error, pensar como bicéfalos

que caminan de la mano hacia arriba, hacia la salida del abismo

para, a final, ver como te escapas fuera

y yo me dejo huir sabiendo que ya no valgo ni un adiós

que ya no merezco ni el recuerdo.

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