El Clan de las Tormentas: 2011

jueves, 8 de diciembre de 2011

Sueños exiliados

Deshaciendo las horas perdidas que marcan los relojes

a los que he descuartizado con los dientes

para no ser heridos por la evidencia del tiempo que pasa

en un mundo donde no podemos viajar en tranvías

a los que llamar deseo

donde tengo zapatos de plomo porque nunca aprendí

a vivir en la superficie de tu cuerpo

visionando los días en los que dejaba tras de mí la huida

sin decir adiós. De aquellas apariencias tranquilas

de batallas no libradas

por nosotros, los que habitamos en la casa muerta

esperando que el viento del norte se lleve las hojas muertas

que hemos marchitado

(mais la vie sépare ceux qui s'aiment…)

iluminando la tempestad que nos asola

en nuestra carne de cemento, de metacrilato, lisa, lejana

fría y casi tan obscena como una noche en mitad del recuerdo

ya no voy donde existe la posibilidad del encuentro

(porque es un viaje infinito, a destiempo, allí donde

es necesario primero sellar el olvido]

en pasaportes de cadáveres desguarecidos; no fuimos más que eso

en momentos en los que la vida era más bella

y el sol plus brûlant qu'aujourd'hui. Las pisadas de aquellos pies

ajenos sobre el techo descuidado, el olor a unión

antes de que todo fuera lejos, distancia y muros de vacío,

de ignorar hasta las palabras que anhelamos escuchar),

alejándonos de este cuento sobre el fin del mundo

en donde prolongamos una vida que ya no existe

porque cuando se carece de presente, el pasado es exilio

y el futuro la única huida.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Black Thursday

Hoy me acuerdo de ti como una exhalación en el aire

evanescente  como el polvo que hace más dolorosa la herida

de un tiempo que no nos da ni tregua, ni consuelo

de lo que fue a esta parte aquello que tuvimos entrelazados

en arenas de desiertos corporales, las pieles quemadas

por tantas, tantas deslealtades

(y ahora, fíjate, yo soy lo que tú eras

y sufriré, lo sé, la amarga dulzura de tu condena

no quise, sin embargo, ser lo que digeriste en el odio

sino haberme pertrechado tras abismos de soledades

en los que vivíamos a pesar de tanta inopia vital);

fue tanto el delirio del viaje que emprendimos al alejarnos juntos

de los nudos que nos ataban en nuestras manos

no entre nosotros, sino a nosotros mismos,

con los ojos pegados al suelo de barcos naufragados

hasta romper los muros del deseo ajeno

muros en los que habíamos dibujado los mapas para encontrarnos

entre silencios de cartón donde gritábamos para otorgarnos

la razón de nuestra despedida

(y ahora, mírame en tu ceguera, soy lo que tú eras

y palidece mi sombrío hastío ante lo que sé que vendrá

porque no entiende el mar de arena más que en la orilla

donde finaliza el mismo instante de ser de una ola)

cada error que marcamos en ese tiempo que nos hería en los dedos

¿qué fuimos para no ser nada? ¿qué dejamos

en todos aquellos días en los que pensábamos

sólo en lo que seríamos mañana?

¿era, tal vez, la decepción continua que da el vivir sabiendo

que todo tiene un fin?

(y ahora, que sólo eres inexistencia y vacío,

entiendo todo aquello por lo que desesperas

porque entre lo que callo y lo que no digo

voy comprendiendo cómo encender el cigarro

dentro del vaso de whisky, dentro del horror

de entender que ahora soy, lo que tú eras).

martes, 15 de noviembre de 2011

La espiral perpetua

Es tiempo de adiós cuando el olvido es silencio

cuando no queda alma de los cuerpos que un día fueron

como sombras unidas por un único sol. Ahora todo es sombra,

pastos de ceniza seca que en extrañas hogueras frías

hemos ardido; sin el ardid de mostrarnos

como éramos.  Un escarmiento desvalido y cadaverizado

por la palabra errante que te busca y no te encuentra

en los momentos ausentes de nuestros cuerpos

(no fuimos más que otra forma de ser un secuestro a otro tiempo)

y ahora, pulsando las preocupaciones de la frustración

nos encontramos labio a labio oxidado

en la renovada y alegre desesperación

de habernos removido de nuestras manos;

tan sólo el abismo, tan solos los dos

ojos que miran hacia dentro.

No hay nada]

terribles motivos para el descontento,

cuando se busca entre palabras la carroña que nos alimenta

por dentro. La duda no resuelta de si los días pasados

existieron o fueron sólo espejismos, aire muerto

entre los dedos]

olas que intentan inundar desiertos,  humo denso,

culpable de la sangre que brota del suelo de este arrepentimiento

en la fragua herida donde forjamos aquellas armas

las mismas que usamos para mutilar nuestros abrazos

en las vueltas que dimos a este mundo que creímos nuestro

y ya, ahora, ya vemos, que arrojado está lejos,

porque nosotros ya no somos los que éramos, sólo despojos

de sombras, de mentiras, de realidades al descubierto,

caiga sobre mí tu espada sin filo ¡quiero ya desesperar y morir!

en esta larga noche que no conocerá mañana

en esta oscuridad que sobreviene a la batalla

derrotado ya sin alma ni resuello, sin esperanza

ni deseo]

caiga sobre mí tu espada sin filo y me convierta, herido

sobre tu pecho, en plomo, en herrumbre,

en lanza, en mortal, deshaga de mí este deseo de sombra

y encuentre el camino donde todos los que han acudido

ya han muerto;

caiga sobre mí tu espada sin filo, quiero ya marchar

al lugar del que fui, al lugar del que nunca he vuelto.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El fin del mundo

 

Vivimos olvidados en esta conjura de idiotas

en calles que ya recorrimos para llegar aquí

y otra vez nombrando demonios que resucitan

con las manos, con la libertad de los vasos llenos de alcohol

y colillas, y humo, el sudor de los cuerpos fríos

que ya no se encuentran

(llévame alma fuera de este cuerpo inútil)

porque olvidé la premonición que me hice al entregarme

en sacrificio (nada cambia, todo sigue igual

que ayer, que entonces

en estos cambios degenerados en sombras

plenilunios de la inconsciencia

en la soledad a la que quedamos atados de por vida

sin rumbo de perdición, porque no queda gloria;

y andamos preocupados, ya lo creo, por las lágrimas silenciadas

por la incertidumbre de la ausencia)

derrumbando los caminos que construimos para encontrarnos

y dejando, tan sólo, escombros de tinieblas

en las que se retuercen los hijos imposibles de tener

aquellos que se pensaron, que se dijeron, que se olvidaron

en todo el tiempo del futuro pasado. Es adiós

prendido entre los labios que fueron cuchillos en cada beso

y de los que apenas quedan hojas marchitas

que piden lujo, calma, nada más, sonrisas artificiales

hasta que, al fin, plastificamos nuestras horas

todas las que nos hieren, aquella que nos mata

finalizando en este preciso instante lo que ya es final

o es preludio de la lanza, el veneno, el cuerpo moribundo

de todos los que por ti combatieron, todos caben

en mis manos, todos por ti han luchado

(y, sin embargo, son nuestros actos los que se derrumban

y, sin poder demostrarlo, es la tumba de nuestros espantos);

esperando tan sólo el silencio de los campos

en los que fui herido, estos campos de ruinas que fueron

en otro tiempo, espacio para un sueño amargo.

domingo, 2 de octubre de 2011

Las costas de la utopía

A veces llega el fin de las cosas

y no somos más que átomos disecados

rondas nocturnas de sangre de otros,

naturaleza prendida del desastre de lo trágico

malgastando horas de decadencia

en anunciar la vejez de nuestros propios deseos

(¿para qué si es inevitable?)

en atender la alegoría inefable;

encerrado tras los muros de la realidad

alumbro el deseo en este castillo

de sombras]

con sueños heridos en lanzas rojas

afiladas uñas del destino

porque aprendimos a mentir en los aullidos

y encontrar la verdad escondida entre cada engaño

(que nos hacemos a nosotros mismos)

entre cada disolución natural de la vida, descompuesta

de rumores de silencio, de murmullos en las calles

que, vacías, destruyen lo que creemos inmenso. Naufragamos

en costas de utopía, creyendo que le ganaríamos

la batalla al reloj, que vivir mismo es una huida

pero, en realidad, huíamos de lo que éramos, de lo que seríamos,

y ya no queda casi nada ante lo que rendir cuentas

porque se es raíz arrancada del árbol que pretende seguir creciendo

porque se es tormenta en mitad de un desierto

porque se es lo encontrado cuando nunca se hubo perdido

y es tan largo el grito de los tiempos futuros

que en sus pálidas llanuras sin horizonte dormimos

esperando que el destino nos haga caer, rendido

ante el altar, pensando en los silencios

tendiendo puentes hacia babilonias de sentimientos

(prostituidos en el amargo cabecear)

nos varamos en las playas de nuestros cuerpos

y eso fue todo;

sólo eso.

martes, 19 de julio de 2011

500 minutos de olvido

A veces el pasado es de verdad, y otras de mentiras

se lanza hacia los escudos fraguados en el cementerio

de las palabras decisivas]

(exquisitamente desvariadas, magníficamente escondidas

horror, deseo, traición]

Maquiavelo en el efecto de rogar el misterio)

de estar desbrozando dedos. No, es todo más sencillo que eso,

es sólo el suelo que pisas barnizado en whisky, es quinientos minutos

con las entrañas en el subsuelo de los recuerdos

los caminos perdidos entre tus uñas y mis dedos, el clavo sobrante

el esperma dominante, el sueño herido y la lágrima exiliada

en el lavabo donde mueren los días que habíamos de entregar

en sacrificio. No hay descanso, ni treguas ni consuelo

porque la vida es guerra y es ser matado

en un lugar donde los adioses sean las pistolas del duelo

mientras no dejamos de hablarnos para no tener que oírnos

(aquellos campos de paz en el pasado, dorados, llenos

de espigas]

en los que íbamos a hacer lo que hacen las horas con el tiempo)

el mundo no es así, me oí decir; quise ignorarme. Pero la verdad ya empuja

como un aullido interminable,

la soledad es la respuesta a las apuestas de riesgo. Túneles de espinas

dorsales entre nosotros que recorren la vaga desidia

de los encuentros; mirando el rencor de fugarnos de nuestras manos

porque hubiera querido que en tu vientre mi alma se solidificara

y permanecer así preso como el hijo que vuelve a la madre

o como todos los qué más da que pronunciaron

los suspiros sacrificados, también, en el viento. De lo que pudo ser

y se quedó en la confirmación cíclica de que todo es hueso

y carne y se pasa la vida hacia lo lejos

para partir en los inmensos navíos que nos separan en las orillas del tiempo

creyendo que el pensamiento lo es todo y nos mata que no sea nada;

para descubrir que no habrá derrota en la que no piense

que cualquier victoria, ya estaba envenenada.

jueves, 21 de abril de 2011

La semilla aleatoria

Lo más cerca de mi alma es a tu lado

donde la gente dice que el sol se tumba para verte

y yo voy buscando entre tantas libertades quedarme

                                                                             preso de tus labios]

para dejar de rodear tu sombra con mis brazos

ahogar mis dedos que se expanden en el delirio de tenerte

porque de ti parten todas las primaveras que hacen desaparecer

mis inviernos]

y aunque hay quien piensa que vivir es morir lentamente

a mí me gusta morir por ti. Sabiendo que existen

mil caminos para encontrarte y tan sólo uno para perderte

en el filo de la espada que corta el hilo de los pasados

desangrando las soledades en las que se quedaron

los hijos huérfanos de nuestro adiós; queda espantado el olvido

a pesar de todo]

y, sin embargo, muerto el claro lunar, la batalla contra el futuro

no es menos dura. No quiso,

nunca, que te dieran de comer los cielos que nos miraron

lo que hizo que, al final, fuera la tierra la que nos detuviera.

Arrojado desde las profundidades en las que mueren tus naufragios

me encuentro ahora, en el momento de mirar a otro lado

con la consecuencia maldita de beberte a plazos

(sangrienta mi alma te paladea, se enroca

en la entrega somnolienta de esta noche perpetua)

para quien espera ser espasmo de todos los recuerdos

y, sin embargo, no queda ya más que máscaras de huesos

en cuerpos sin carne. No, me digo, no más entregado,

arrojado sin poder evitarlo contra los proyectiles de tus manos

queriendo desgarrarme el sueño que forjé entre tus brazos

viéndome desde dentro en el sacrificio

               que hizo de nosotros una ausencia

permanente]

porque no, no queda más que un mar atemperado,

en la calma que obliga al capitán a ser quien hunda el barco

y echando de menos las palabras sin sentido

los tiempos vacíos, la soledad de siempre

la misma y neutra emoción de la nada más absoluta

la tranquilidad de estar no vivo, el resumen de lo que se es

cuando está finalizado. O comenzado.

En la pasión desanudada de las cinturas desgarradas,

en las cuchillas de tus abrazos que me dejan listo

para que me lleven los suspiros de los días pasados;

(inundado de vacío)

vamos dejando atrás la decadencia de los átomos

de todos los que nos han formado

  y de toda la gravedad que en un punto concentró

todas las fuerzas de la naturaleza para que la misma Tierra

girase y nos dejase]

en el lugar en el que nuestras almas se han encontrado.

martes, 4 de enero de 2011

La pistola del hombre muerto

Tal vez hemos encontrado el corazón agujereado, como un eclipse

en mitad de un estanque,

como el dolor de los huesos encontrados tras la puerta

y llenos de balas disparamos al cielo con nuestros ojos

persiguiendo todas las tormentas a las que quisimos abrazar

con nuestros dedos siendo cuchillas de cristal

desde el sonido que describe la amarga curva de tu elipse

hasta todo aquello que de este tiempo se espante

como la pistola del hombre muerto que nos espera

con su mano reposada sobre la cabeza del que vuela

por nosotros, persiguiendo todas las luces que apagamos

con nuestras cabezas hablando a nuestros cuerpos sordos. Quisimos

que no existiera un tiempo en el que no nos quisiéramos,

(entonces, no hubo pasado, ni lo necesitamos)

y en aquellos desiertos polvorientos del desconocimiento

recordamos las batallas a las que no nos presentamos

(y en las que, a pesar de ello, ya estábamos)

cuando te vayas, ¿qué?, posiblemente sólo la tormenta]

arrinconando en los espacios que quedan entre los espejos

el miedo y el vacío, las piernas enredadas como las ramas

de esos árboles brillantes como el fondo de los mares;

no le queda ya tiempo a nadie, se fue desintegrado en el espejismo

de ser humo de tránsito entre disparos silenciosos

de la pistola herrumbrosa del hombre que ha caído,

porque vivimos en todas las revoluciones

                                              yo sólo quiero morir en la tuya]

aunque tenga que pasar días viendo el sol encarcelado

entre mi sangre. Hacia la última frontera de nuestras vidas

encuentro los abismos iluminados, los vastos ríos

                                                                 de soliloquios orillados]

las inmensas praderas de hastío donde germinan los cuervos

 a los que tu piel transforma en mis hijos descarnados;

todo aquello que fuimos no forma ya parte, ni siquiera

de la ciudad a la que llamamos Pasado

y en la que ahora se crían sombras para poder ocultarnos

de este lago ahogado en tus ojos, de esta alma

encarcelada, limitada por mi piel. Con el cielo entre tus dedos,

y la luz entre tus manos.

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