El Clan de las Tormentas: febrero 2012

martes, 21 de febrero de 2012

Imperio absenti chaos regit

Miedo, a que todo lo escrito lo borre el agua
a que las palabras que nos dijimos no sepan a nada,
miedo a que te pierdas en el camino del encuentro
a que de tus labios ya no salgan más que los huesos
de los cadáveres de nuestros abrazos;
miedo, a dejar atrás nuestros futuros, hechos trizas
por la desilusión de los días, de las mismas caras,
los mismos gestos, las mismas excusas. Miedo,
          (simple y llanamente)
a que el pánico ocupe todas las horas,
          a no saber cuándo partirás
dejando aquí, en estos muelles donde han naufragado
ya tantos barcos,
     tan sólo arenas de olvido, y nos alejemos
                              como extraños];
miedo a que mates todas las esperanzas
de paz para quien ha sido herido en demasiadas
     batallas;
las mismas, lo sé, en las que yo mismo maté
y ahora todo parece vuelto del revés
     (mañanas sin fin, atardeciéndonos
en un crepúsculo para el fin del mundo)
dos extraños más, sólo eso, el miedo
a ser la ausencia de ti, el espanto
y el horror de no tener de tu presencia más que el dolor,
miedo a sentir que mientras nos abrazamos
no hacemos sino decirnos adiós.

viernes, 17 de febrero de 2012

Batallas muertas

Despide la noche en que estoy la certeza

            de que te habrás de ir, dejando la batalla

a la que nos enfrentamos con un río de cadáveres

            (todos tienen nuestros rostros)

a pesar de haber pretendido ser en la eternidad

naufragio de sombras y murmullo de luces

a pesar de todos los intentos por no convertir

                        en cataratas]

cada lágrima que derramamos, como veneno y adiós

como los besos que enterramos;

            todo comenzó en un dolor intenso,

en un abrazo al sol que nos quemaba por dentro

            todo comenzó en un ardid del destino

contra el que jugamos riéndonos del tiempo;

            todo en ti fue, desde el principio, verbo y carne

palabra y soliloquio de abrazos partidos por el miedo

y pronto, demasiado tal vez, supimos que todo cielo

                                   se enfrenta a su infierno. Nunca

pudimos ganar la batalla a los años, sí lo hicimos al espacio

            (no fue suficiente, me digo ahora,

                        entonces era lo que más preocupaba,

            la ironía hizo que eso fuera el veneno que nos mataba)

y tras tanta armadura destrozada, tras tantos escudos y lanzas

al fin fue desnudez, de alma y cuerpos,

de muros y torres a las que subimos para deshacernos del pasado

            (ése que ahora parece también eterno

                        y nos hace efímeros a ambos). Encontré

en tus ojos el océano más inmenso y quise navegar en él

incluso aturdido por el desierto de la piel que abrazaba

no supe ver que borrábamos así el camino que abrimos;

            ahora que tengo todos los sueños destrozados

sembrados de dudas los recuerdos

ahora que voluntariamente te has recluido entre los pañuelos

                                               blancos]

            para hacer de mí la culpa y el orgulloso pecado

la sangre que todo lo vuelve tiniebla, el miedo

a volverme un simple cúmulo de hormigas que devoran

            el tiempo. Todo, en este punto, se ha ido,

todo, en este momento, empieza a estar acabado

            dónde quedaron las alas torpes de tus labios

que hacían volar a mis manos,

            dónde se marchitaron las luces de mis ojos

que quemaban los hielos de los miedos quebrados

            a qué dudoso lugar corresponde este abandono

de mi destino de tinieblas. Ya sólo me queda cuerpo

                        (mi alma se ha mutilado)

vaciado como el espíritu de un naufragio

lleno de lágrimas plastificadas recibidas desde disculpas

            lanzadas como cuchillas de afeitar contra el cuello,

perdido ya en la rutina de tener vivo sólo los sentidos

            y estar muerto de expresiones, emociones,

ganas de recibir cada día el abrazo de tu prometida ausencia

y preguntándole a cada gota de lluvia, a cada rumor del aire

a cada animal, a cada cielo, a cada persona, a cada dolor,

a cada objeto inerte, a cada silenciosa huida de tu pasado

a todo pregunto por qué,

            y sólo encuentro sombras de angustiosa

                        duda,

sólo la certeza de que te has ido

            (todas las batallas por las que luchamos

                        yo las he perdido)

sólo la única verdad de la derrota, de querer

            morir en todos tus olvidos

de no desear ni el deseo, de no querer vivir

            para no estar atrapado en la prisión de tu recuerdo.

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