Deseando amar,
en aquellos tiempos que no han pasado
como insectos atrapados en crisálidas de sal
(sin tocarnos, sin rozarnos, viviendo
a cada lado
de un espejo que sólo nos deja vernos);
atrapados por el deseo, encarcelados por el miedo
sin llegar al final, sin haber empezado
como estatuas de hielo que viven temiendo
al calor que puede matarlos de nuevo
(caminando en paralelo sin llegar
jamás al mismo punto, hasta recorrer el mundo entero)
y allí se olvidará el tiempo del eclipse de tus besos
enterrados bajo los escombros de las ruinas recíprocas
atados a lo que fue dicho y que nunca será un hecho
(las heridas de otros que abren a su vez
heridas en nosotros y serán de nuevo heridas
para quienes quieran secar tus ojos)
y desfilamos ya como olvido casi sin haber sido recuerdo
como fantasmas de un naufragio
de un barco en el que nunca navegamos
sin un rumbo que nunca escogimos
en el deseo al que nunca llegamos.