El Clan de las Tormentas: febrero 2010

lunes, 22 de febrero de 2010

El rey de Esparta en lo alto de una colina

Como un ejército de girasoles mirando al infinito

 como un crepúsculo entre los ojos

 como un volcán con un tapón de hielo

en estas costas de silencio, aspiro oh ángel desposeído de llanto

a ser como un barco sin puertos para descansar ni más bandera

que aquello que se ha de olvidar

en la inmensidad de las cavernas del pasado, entre madejas de palabras desterradas de mi mano

de no haber conocido madre para un vientre desgajado

sin pasado en ninguna parte, porque en algún sitio

(es posible, no lo descarto)

alguna vez mis ojos han estado

pero ahora que se vuelven hacia dentro intentando observar

las ramas de cada árbol, no encuentran nada

sólo arena sobre el hielo deshilachado, plastificado

con la epidermis de un mundo vaciado desde dentro

sin armas ni argumentos para historias que se han de reservar

para mentiras soltadas a ras de mar, sobre la superficie misma

de las alas con las que vuela el silencio;

porque todos van y nadie viene, porque se seca hasta la sal

y nadie reclama su derecho a estar aquí,

en estos campos de ruinas hechas de sombras

donde en un tiempo íbamos

(¿lo recuerdas?)

a echar velas al aire, que nos llevaran lejos,

y quieren volver marchitos laureles de victorias

que no conseguimos;

cuánto se es en el tiempo pasado, cuánto se deja de ser en el presente

sangre, espada y veneno (a un tiempo

lo quisimos así]

apenas queda nada de eso)

Y, sin embargo, sigo esperando en los escalones del cielo

esperando que alguien me tire para caer rodando

con la esperanza de dolerme de ser míseramente humano

para quien las palabras tienen carne y hueso,

como el de los cadáveres descompuestos,

tan real como la flor de un dibujo, tan efímero

como del volcán su muro de hielo.

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