Un extraño ángel asciende entre las cenizas
resucitando las cosas (como si algún tiempo
atrás hubieran estado muertas)]
a pesar de pertenecer a los nuevos días y carecer de rostro
a pesar de los zarpazos dados al aire como al mar
después de haber mirado atrás y haberlo convertido todo en sal
sin fieras a las que apaciguar, sin aire, sin luz, casi sin sangre
tras el sacrificio ególatra]
(yo mismo a mí mismo)
y en cambio emerge esta sombra plagada de reflejos
perdidos e imágenes descosidas
detrás de todos los espejos, sin pedir ya más batalla
que la de seguir recordando
al héroe olvidado que, tras su tumba,
sigue luchando.
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