Me alejaste de los instantes de la quimera
pensando que, acaso, nos hacías un favor
y no te das cuenta que ni para eso fuiste la primera
que huía al encontrarse con la memoria del dolor;
y aunque cada instante sin ti es un agujero sin abismo
de comer cristales mis labios se hartaron
por lo que ahora, que en otros brazos te entregas
demuestras que aquello que en ti era distinto
no es más que lo mismo,
que todos tus argumentos eran excusas para el olvido.
Y me enveneno con las palabras que te voy dando
porque no se puede estar más muerto
que al que han herido arrancándole el corazón con las manos
para entregárselo a los perros de la humillación
sintiendo más lástima por la ruina hacia la que caminas
que por el esplendor que dejas; y aún sabiendo
que tu alma nunca rectifica
que morirás de orgullo antes que ver que tu alma
se petrifica]
no es la soledad de las heridas que vas abriendo
ni la destrucción de toda vida a la que amas,
es la sombra en la que te conviertes,
un simple mar en calma,
tú que fuiste tempestad contra altas torres
y ahora te contentas con la vulgaridad que encarnas;
tú que mereciste ser de cualquiera la mejor canción,
ahora sólo tienes flores de papel,
las que merece tu corazón de cartón.
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