El Clan de las Tormentas: Sangre caliente

martes, 18 de septiembre de 2007

Sangre caliente

El mundo tal y como lo conocemos no nos reconoce. Se trata de una ilusión fundamentalista basada en la creencia de que sólo un tipo de comportamiento es posible. Hemos acabado retrasando lo inevitable, cambiando lo justo para que todo siga igual. Pero eso se tiene que acabar. Nuestra sociedad vive inmersa en un proceso de contagio masivo de desinformación. Crees lo que ellos quieren que creas. Sigues los deportes que ellos te dicen (¿hace 5 años te interesaba de verdad la Fórmula 1?), comes donde ellos te dicen que es bueno para tu cuerpo. Consumes 3000 calorías diarias en productos que crees sanos y que mentalmente te reconfortan mientras te bombardean con el CO2 de los coches, de las motos, de los mismos autobuses donde te montas para que no contamines mientras ellos van con su chófer en un pedazo de Hummer que consume diez veces lo que ese mismo autobús.

Nuestro mundo, nuestra civilización, se ha montado en torno a aquellos que creen que el ideal es una ultra-monogamia que atenaza nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Quienes están fuera de la felicidad entendida como mujer/hombre-casa-hijos-éxito profesional no tienen espacio. Nos han dicho que irse de putas está muy feo pero durante miles de años, desde Mesopotamia al Mont-martre en París las han dejado trabajar porque saben que las necesitan. Esos hombres bien pensantes con sus chaquetas y sus cuellos con papada, su color rojo en la cara al reir nos han dicho que sólo una mujer y el resto de pago e incluso éstas tambien son reprobables.

No he estado nunca con ninguna prostituta. No me apetece por la misma razón que no me apetece pegarme un tiro ni saltar haciendo puenting. Simplemente porque no me da la gana. Es mi elección. Pero ellos no quieren que elijas. Quieren que te cases, que tengas niños y les digas a tus hijos que eso es lo que hay que hacer. Si tienen un comportamiento diferente en la serotonina cerebral, que les den por agujero de ozono. Tienes que ser según los parámetros de lo correcto. Quienes estamos al margen, quienes tenemos un espacio vital diferente estamos condenados a no entenderlos. Nos humillan, nos vilipendian y a veces hasta nos miran con conmiseración como si fuéramos animales heridos. Nos temen. Saben que nosotros podemos elegir. Saben que nosotros podemos discernir incluso en la más terrible sombra. Somos el enemigo y el amigo que preferirían no haber conocido. Es nuestra hora. Es nuestra revolución. Llevemos las tormentas a todos los mares en calma. Agitemos las conciencias. Reclamemos nuestro lugar. Aquí, y ahora, Clan de las Tormentas.

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