El Clan de las Tormentas: La ruina inevitable

martes, 21 de agosto de 2012

La ruina inevitable

Me refugio en escudos hechos

con los huesos de los cadáveres de aquellos primeros hombres

a los que conocí cuando navegué sorteando el desconsuelo

porque ya no cabe esperar que nos entreguemos

el uno al otro en sacrificio; ya no, sólo nos queda un millar de sueños

tan rotos como cuerpos contra acantilados empujados por olas

(naufragios provocados; náufrago a veces sin quererlo)

y el grito ahogado que no se escucha,

estás lejos, tan, tan lejos

que a veces echo de menos hasta el aire que dejaba tu recuerdo

lo que me hace mirar mis cadenas y preguntarme

en qué momento dejé de internarme en los espejos

por qué reduje la necesidad de amar a lo que ya había sido

¿tal vez porque ya no es?

Nunca seremos como esas hojas que juntas florecen

sino que habitaremos en este invierno que se aproxima

como pálidos cadáveres de un árbol que nos expulsa

a un marchito baile de antiguos amantes que fenecen

mientras ardemos, retratados en el hielo, y como excusa

diremos que era el Destino, no diremos que no supimos hacerlo;

sin distancia para escapar, en la huida perpetua

de nuestras manos que se alejan mientras se buscan nuestros ojos

aquellos con los que ya no quiero verte ni al dormir

(porque sé lo que entierran tus sueños)

en mañanas sin fin que anuncian la separación de cuerpos

que fueron uno, en algún momento

para quedar ahogados en lagunas frías, cielos rojos

y el humo de los recuerdos. Volverán los altos muros

que permitían hacer del silencio el dueño

y aquella anhedonia, aquella pasión glaciar, ya nada será

cuando todo se acabe toda presencia

cuando en el imperio de nuestros deseos

apenas reine la distancia, el adiós, el olvido, la ausencia.

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