Rompo el aire intentando respirar
golpeando el silencio con ramas de ruido
como una Dafne que se abraza al viento
para huir de su espacio, hacia arriba, al cielo subterráneo
y si tan sólo pudiera dejar de leer mis pensamientos
si pudiera asesinarlos como el vulgar homicida del tiempo
que se queda esperando a las puertas
del infierno]
preguntando "¿cuándo es mi turno?, ¿cuándo entraré?"
ahogarse para respirar este humo de desierto
desistiendo de volver a estar más despierto,
más, más, más aún que todo lo que se puede estar
cuando se vive tuerto; desalojando el agua de mis cuencas oculares
mientras pruebo el filo del cuchillo con mi propia alma
que no sangra, no tiene nada, más que oscuridad
como una sombra en ruinas de un soldado sin coraza
perdido entre las arenas de un mar inmenso
que no conoce ni tarde ni noche ni mañana
ni espera la resurrección de sus heridas convertidas
en pilares de una nueva venganza
(yo mismo contra mí mismo,
sacrificio odínico, vuelvo a mí como a ti volvieron
los olvidos del viento, y golpeo contra tu altar
el odio de haber nacido eterno
un ángel nacido del revés con las alas nadando hacia
el infierno)
cuando estábamos deshojando las nubes transportadas
por los humos de las fábricas, de los cigarros inconclusos
de las camas deshechas en el camino,
long road, long road
nos decíamos, mi humilde enemigo y yo,
en la crisis de la náusea y la destrucción. Perderse en la ausencia
sin combatir, sin esperarse en los límites de la muerte,
la aporía de sí mismo, sin rebasar su límite,
(¿dónde se va, dónde se queda?)
corriendo sin parar, huyendo de cada prisión con celdas
en lo alto de árboles subterráneos;
de aquellos que ven posarse pájaros de cemento
que vuelan hacia otro lado, con otro rumbo
al acostumbrado
como esos aviones que veíamos partir sin saber a dónde
ni cuándo]
sin que nos quede nada de eso, ni ganas de ser más que uno
(ciento volando)
porque nos pesa cada espasmo de agonía, cada susurro,
y eso que es todo tan sencillo como eludir el desalojo forzado
que el alma hace del cuerpo,
entre estas palabras que dicen que me marcho
y este adiós que dice que ya estoy lejos;
ya no vendrán más esos caminos a postrarse bajo mis pies
se acabó el delirio en el que el cazador reposaba los cristales rotos
de tantos espejos a los que golpeó hasta hacer naufragar los ojos
ya puedo oír los adioses en las estaciones
la llamada al último pasajero, el que se marcha de nuevo
aunque nunca se haya ido, el del mismo ciclo que se acaba
ya te vas, mi enemigo, ya te vas, no te rindes tú
soy yo el que ya no espero.
3 comentarios:
afortunado, tu que sabes cuando dejar de esperar
Sep, te ha quedado la mar de digno y de intelectual jajaja
Huir, ahogarse. Perderse en caminos sin curvas, grises. Perderse en caminos empinados, lejanos ¡camina! ¡camina! ¡camina! Sin dirección, no importa y deja tu huella, rastro en el corazón de hielo.Camino sin nubes, camino oscuro.Huir y ahogarse otra vez.
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