Entre tus ojos la muerte tiene tantos días
como caminos hacia la agradable tragedia de aquellos lugares
en los que vamos a olvidar que algo somos
tan solo que hemos querido tener
al ahogarnos en los ojos tuyos en los que llovías
para ocultar la esperanza de lo que podíamos ser
y de aquello que nada fue, sólo cabalgamos a lomos
de un jinete que saca a nuestros miedos de sus hogares
y los entierra, los deja dentro, muy dentro, tratando siempre
de ocultarlos; tus miedos, mis complejos
los enemigos de todo aquello que no es más que sueño
(susurro y silencio, y grito y destierro
de ti como un imposible dañado)
porque para ser humano todo el daño que ha sido un hecho
se sufre en cada desgarro; te tengo y te has ido,
te tienes a ti, y a nadie más, y siembras sombras
como quien recoge tempestades;
a pesar de que sólo quise la paz en esta inmensa guerra
que libro desde antes de que nacieras,
y, sin embargo, azules como tus ojos fueron el olvido
como los de Helena, también en su guerra,
azules como el infinito, como el solsticio de tu cuerpo en primavera
como la derrota perpetua
(tan, tan silenciosa que hiere más que aquellas
que propagan con ruido su perpetuidad)
Se acabaron la paz y las tardes de luz tenue,
se marchitaron las posibles madreselvas
(he visto morir todas las oscuras golondrinas, incluso)
y tan sólo quedo como el pintor que olvidó los colores
para retratar todas las luces del mundo
(ya no soy más que un justo recluso,
varado en la cárcel perpetua)
En tus manos la llave de una prisión oxidada,
y te alejas dejando tan sediento al prisionero
que voluntariamente dejó su alma entregada
a las cenizas de un amor postrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario