Eras como una rosa poliédrica, hecha de aristas
que herían sólo si te acercabas
pero sólo dejaste constancia del olvido
a todo aquello que era un recuerdo prohibido;
vértigo de sueños infinitos posados
en ti he visto tantas ciudades, tantos habitantes
y ninguno como tú me ha importado
pero cara es tu copa para no haber bebido
y ahora que ocultas el ruido que deseas
bajo el silencio del paso del tiempo
y ahora que te conviertes en estatua de sal
por huir de los abrazos que rompiste contra el viento
no te queda más camino que ser una más
de todas esas personas que van y vienen
que dicen ser transparentes como el cristal
pero de él sólo tienen como el envase de los venenos;
no te queda más que tu castillo, princesa autoproclamada
aquellas murallas que levantaste para defenderte
y que acabaron por ser tu prisión,
murallas que no derribará ningún caballero,
torres que sólo saltará un simple bufón.
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